jueves, 30 de septiembre de 2010

INSTRUMENTOS DE TORTURA: LA HORQUILLA DEL HEREJE


Este instrumento fue utilizado por la Inquisición para obtener confesiones de herejía. Se trata de un tridente con cuatro puntas afiladas (dos por cada extremo) que se hundían en la carne, bajo la barbilla y en el esternón.
La horquilla del hereje restringía cualquier movimiento de la cabeza, permitiendo a la víctima únicamente susurrar palabras (esto se conocía como "abiuro"). Si el acusado se negaba a declararse hereje, entonces era vestido con un traje característico y conducido a la hoguera o a la horca.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

DE CIUDADES MESOAMERICANAS: CUICUILCO


Su nombre significa “Lugar donde se hacen cantos y danzas” (aunque algunos historiadores afirman que en realidad significa “Lugar de colores y cantos”). Fue el primer centro cívico religioso de grandes dimensiones del altiplano mexicano. En su época llegó a dominar el sur del valle de México.
Los asentamientos humanos más antiguos que se conocen del sitio datan del 1200 adC, pero se cree que en esa época Cuicuilco estaba constituído por una comunidad puramente agrícola. Poco a poco comenzó la formación de un centro urbano, y aparecieron las cabeceras, que son plataformas de tierra cónoco-truncadas, lugares de jerarquía mayor que funcionaban como centros de integración. En su período de desarrollo recibió influencias importantes de la civilización Olmeca.
En el centro de este lugar se erigió un templo circular de casi veinte metros de altura (entre el 800 y 600 a. C.); a su alrededor se encontraban terrazas y altares de piedra y a las orillas del lugar habitaban los campesinos. Quedan suficientes vestigios para afirmar que la población que habitó Cuicuilco se encontraba dividida ya en todos los estratos sociales que caracterizarían a las culturas mesoamericanas.
En sus últimos años entró en conflicto con Teotihuacan (la otra potencia de la región) pero este enfrentamiento no derivó en la destrucción de Cuicuilco. El centro encontró su fin en el siglo I d. C., debido a una erupción del volcán Xitle (que en náhuatl significa ombligo de fuego), destruyendo la mayor parte de Cuicuilco y cubriendo a la pirámide con lava y cenizas, obligando así a sus habitantes a emigrar.
Actualmente, la zona arqueológica de Cuicuilco se localiza en la avenida Insurgentes Sur, en el cruce con Anillo Periférico y cuenta con museo de sitio y visitas guiadas.

DE ALGUNAS PALABRAS Y SU SIGNIFICADO (II)

ALEATORIO: Perteneciente o relativo al juego de azar. Dependiente de algún suceso fortuito.

ASAZ: Bastante, harto, muy, mucho.

BISOÑO: Nuevo e inexperto en cualquier arte u oficio. Dicho de la tropa o de un soldado: nuevo (principiante).

BOYANTE: Que tiene fortuna o felicidad creciente.

COMPELER: Obligar a alguien, con fuerza o por autoridad, a que haga lo que no quiere.

JOLGORIO: Regocijo, fiesta, diversión bulliciosa.

PARSIMONIA: Lentitud y sosiego en el modo de hablar o de obrar; frialdad de ánimo.

PUERIL: Perteneciente o relativo al niño o a la puericia. Propio de un niño o que parece de un niño. Fútil, trivial, infundado.

SEDICIÓN: Alzamiento colectivo y violento contra la autoridad, el orden público o la disciplina militar, sin llegar a la gravedad de la rebelión. Sublevación de las pasiones.

VILIPENDIO: Desprecio, falta de estima, denigración de alguien o algo.

martes, 28 de septiembre de 2010

CONOCIENDO GUADALAJARA: PALACIO DE GOBIERNO


UBICACIÓN: Corona #31, Zona Centro. Entre las calles Morelos y Pedro Moreno.

Este bello conjunto de arquitectura militar galante fue construido con la mejor piedra dorada de Huentitán. Cuenta con balcones y once ventanas distribuidas entre dos líneas paralelas; está ornamentado con cañones labrados, trofeos colocados sobre el cimacio, numerosas colgaduras, coronas, plumas y flores de laurel.
La portada principal es de dos niveles y como remate un cubo con reloj (agregado en 1885); las columnas tienen dibujadas una red que aumenta su tamaño de abajo hacia arriba y rematada con flores de laurel; llaman la atención las gárgolas con formas de armaduras; en las esquinas de la fachada se observan torreones de planta rectangular de dos niveles, el primero con un oráculo el cual servía para disparar los cañones, y el segundo ostenta un balcón corrido sobre la cornisa y ventanas al frente y los lados; el patio interior es elegante y armónico con sus columnas y arcos de medio punto; en el cubo de la escalera principal se encuentran los magníficos murales de José Clemente Orozco (1883-1949), El Círculo Político y Las Fuerzas tenebrosas.
Su historia es extensa y comienza en el siglo XVII. En el año de 1630, los hijos del alarife Martín Casillas (constructor de la catedral), les vendieron a las autoridades el terreno por la cantidad de tres mil pesos. En 1650, este edificio entra en funciones contando solamente con: dos salas (la de la audiencia y la privada del gobernador), una pequeña capilla y un mirador de arquería con columnas de cantera que se pusieron para adorno de la Plaza y Palacio; en aquel entonces fungía como primera autoridad Antonio Alvarez de Castro. Un siglo después tuvo que ser edificado por segunda vez a causa de un terremoto.
En este inmueble se han desarrollado algunos acontecimientos históricos de suma importancia: en 1810, Miguel Hidalgo abolió la esclavitud; en 1855, se firmó el documento donde Jalisco se adhiere al Plan de Ayutla; el 14 de marzo de 1858 en este lugar estuvo a punto de ser asesinado el presidente Benito Juárez; en 1859 ,se incendió una gran cantidad del parque de las armas que estaban depositadas en los almacenes del Palacio, volando casi todo el interior del edificio; además, el 30 de enero de 1915, Jesús Medina le metió un tiro a la carátula del reloj.

lunes, 27 de septiembre de 2010

OBRAS MAESTRAS DE LA PINTURA: ¿DE DÓNDE VENIMOS? ¿QUIÉNES SOMOS? ¿A DÓNDE VAMOS?


AUTOR: Paul Gauguin (1848-1903)
TÉCNICA: Óleo sobre lienzo
MEDIDAS: 139.1 x 374.6 cm
FECHA: 1897
UBICACIÓN ACTUAL: Museo de Bellas Artes de Boston

En 1897, tras la muerte de su hija Aline y ya con el sufrimiento a cuestas debido a su alcoholismo y la sífilis que padecía, el pintor Paul Gauguin intentó  (infructuosamente) suicidarse. No obstante, quiso dejar como legado una obra que resumiera sus sentimientos y reflexiones filosóficas, por lo que se dedicó a la creación de esta pintura que es considerada como su obra maestra.
La escena es un paisaje tropical lleno de mujeres y niños tahitianos, cada uno de ellos en una actividad diferente y simbólica: a la derecha, un bebé duerme en el suelo rodeado de tres chicas sentadas y un perro; al fondo, se encuentran dos personajes con túnica y abrazados que caminan mientras hablan y se observa una figura sentada en el suelo que les mira en una posición simiesca rascándose la cabeza; en el centro, una figura andrógina coge una fruta; a sus pies, un niño come otra rodeado de gatos y una cabra; al fondo en la izquierda hay una estatua oriental con los brazos levantados con una mujer a su lado y un embrión humano en el otro; finalmente, a la izquierda, se encuentran una mujer apoyada sobre su brazo, una vieja sentada en posición fetal tapándose la cara, y un pájaro blanco con una lagartija entre las patas.
El cuadro es un escenario de la vida y la actividad humana, desde el nacimiento hasta la muerte, leído de derecha a izquierda: las tres mujeres con un niño representan el principio de la vida; el grupo medio simboliza la existencia diaria de la edad adulta joven, además de la tentación y caída del hombre (se puede observar en la figura que toma un fruto del árbol); y en el grupo final, vemos una momia que tapa sus oídos para mantenerse al margen de la escena; el pájaro blanco extrañoque yace a sus pies representa la futilidad de palabras. El ídolo azul en el fondo representa al parecer lo que Gauguin describió como “el más allá.”
Geométricamente la composición de líneas parte del centro hacia los extremos de forma simétrica y piramidal.

domingo, 26 de septiembre de 2010

MAESTROS DEL CINE DE TERROR: MARIO BAVA (1914-1980)


Cineasta italiano. Su vocación parecía estar fijada ya desde el momento en que nació: su padre había sido director de fotografía en películas como Quo Vadis? (1912) o Cabiria (1914), obras maestras de los orígenes del cine. Estudió bellas artes aunque rápidamente optó por incursionar al mundo del celuloide.
Después de haber dirigido algunos documentales que giraban en torno a la música y algunas escenas en otras películas, Bava presentó su ópera prima: La máscara del demonio (1960). Viendo los primeros planos de la máscara ya Bava nos adentra en un mundo nuevo, oscuro y tenebroso donde una bella bruja, Asa, será ejecutada y decidirá vengarse de todos aquellos que la quemaron junto a su amante también condenado a muerte. Dos siglos después, Asa vuelve a la vida gracias a la sangre humana. Éste será el momento de tomar venganza.


Bava aquí hace gala de un estilo visual potente, influenciado por el expresionismo y asentando firmes pasos en el gótico italiano: la voluptuosidad, la perfección de la puesta en escena, los primerísimos planos de las miradas, las catacumbas, la venganza de los amantes masacrados.
En los años siguientes se alejaría del terror haciendo películas como Esther y el rey (1960); La meraviglie di Aladino (1961), Ercole alcentro Della terra (1961), donde tomó por primera vez contacto con Christopher Lee, quien poco después protagonizaría una de sus obras maestras, El cuerpo y el látigo (1963).
La muchacha que sabía demasiado (1962) supone un importante punto de inflexión en su carrera. Si bien con ella nace el giallo, no deja de ser un thriller con elementos sobrenaturales donde un homicida casi sobrenatural actúa asesinando como si concibiera una obra de arte. Nora (Leticia Román) viaja a Roma a ver a su tía; una vez allí es testigo de un asesinato. Cuando ella va a pedir ayuda es atacada por un demente, queda inconsciente y el asesino se da la fuga. Al despertar, denuncia la situación a la policía pero nadie le cree, por lo que buscará resolver el crimen con la ayuda del Dr. Marcelo Rossi (John Saxon).
En 1963 aparece otra de sus obras maestras: Las tres caras del miedo. Si anteriormente Bava había trabajado con Lee ahora era el turno de Boris Karloff, quien nos presenta tres historias de terror en tono ascendente y por grado de sobrenaturalidad.


La primera, “El teléfono” es un thriller muy en la línea giallo en la que una muchacha se ve aterrorizada por la llamadas de un siniestro asesino. Cuenta con tintes lésbicos, ya muy típicos en las películas de terror de esta época, pero con la elegancia que caracteriza a Bava. “Los Wurdalak” ) es un relato de vampiros basado en un cuento de Tolstoi, en el que un viajero es acogido en una casa en lo profundo de un bosque; allí se percata de que el cabeza de familia, Gorka (Karloff), ha salido a una cacería y aún no ha llegado, situación que inquieta a la familia ya que ésta piensa que Gorka ha podido convertirse en un wurdalak, vampiro que necesita el amor de sus familiares para convertirlos en criaturas de las tinieblas.El acierto de Bava en esta historia es crear situaciones de tensión constantes, ya que nunca se sabe quién ha podido ser convertido. Por último, la mejor historia, “La gota de agua”, en la que una enfermera le es encargado el cadáver de una anciana muerta durante una sesión de espiritismo. Al estar preparando el cadáver, la enfermera roba el anillo a la anciana, lo que provocará la ira de ésta desde el más allá, con el inquietante sonido de la gota de agua.
Muchos críticos considerar a El cuerpo y el látigo (1963) como la mejor cinta de Bava. La película cuenta la historia de Kurt (Christopher Lee), que después de estar desaparecido unos años, vuelve al castillo de su familia reclamando su herencia como primogénito. Su padre prefiere dársela a su otro hijo: Cristian, quien se encuentra casado con una antigua amante masoquista de Kurt, Nevenka. Una noche Kurt aparece muerto y la sombra de su espíritu se cierne sobre el castillo.
La cinta cuenta con una fotografía asombrosa, planos inquietantes e interpretaciones sobresalientes. Cabe destacar que aquí se encuentras presentes una de las obsesiones del director: mujeres bellas atormentadas con su pasado, incapaces de desarrollar su amor por circunstancias sobrenaturales del destino.
La consolidación del giallo llega con Seis mujeres para el asesino (1964), cinta ambientada en el mundo de la moda donde se comete el misterioso crimen de una bella modelo. Lo que sus compañeras ignoran es que la joven había apuntado el nombre del asesino en un diario, generando esto una oleada de crímenes. Aquí es donde nace el asesinato como obra de arte: cada uno de las muertes son rebuscadas tanto o más que la casi incoherente trama, donde nunca se sabe quien es el asesino y qué es lo quiere. 
Posteriormente, filmaría Terror en el espacio (1965), claro antecedente del Alien (1979), de Ridley Scott, quien copió algunas escenas del filme de Bava. La historia es muy similar: un grupo de astronautas aterriza en un extraño planeta tras responder a una transmisión. Al llegar se encontrarán con entidades que poco a poco irán apoderándose de ellos.
Llegamos a otra de sus obras maestras y, desgraciadamente, la última que realizó: Operazione Paura (1966). A mediados del siglo XIX una niña es masacrada por un asesino en un pueblo de Italia;  pide ayuda, repiqueteando la campana de la iglesia, sin que nadie haga caso de su agonía. Años después, un médico llega a dicho pueblo investigando un nuevo y extraño crimen que al parecer no tiene ninguna conexión con la niña muerta años antes. Pero hay algo más...


Mediante una atmósfera verdaderamente gótica, Bava convierte al pueblo en un personaje más, lleno de misterios. Su atmósfera lentamente va oprimiendo al espectador a través de su delirio cromático, calles kafkianas y un cementerio ocupado casi por completo por la neblina. Una verdadera joya.

sábado, 25 de septiembre de 2010

DIOSES DE LA ANTIGÜEDAD: ODÍN


Odín es el dios principal de la mitología nórdica. Hijo de Bor y Bestla. Es, además, padre de muchos de los dioses, entre ellos: Thor, Baldr, Vidar y Váli.
Representa a la sabiduría (ofreció uno de sus ojos en el pozo de Mimir, para de este modo poder acceder a la sabiduría de los años), la guerra (él mismo es un guerrero formidable) y la muerte (establecía a quién le tocaba morir en el campo de batalla), así como de la magia (gusta de transformarse para recorrer los mundos), la poesía (daba a los poetas valerosos la hidromiel), la profecía (podía leer las runas), la victoria (él decide el resultado de las batallas) y la caza.  
Su origen se remonta antes de la creación del mundo. En el principio existían dos razas: los gigantes de hielo y los ases. Ellos habían entablado una guerra durante mucho tiempo, de la que ningún bando resultaba vencedor.  La situación no hubiera cambiado si Bor, uno de los ases, no hubiera desposado a una gigante de hielo: Bestla. De esta unión nacieron tres hijos que derrotarían a Ymir, el gigante primigenio y cambiarían el destino de la guerra.
Odín y sus hermanos creando el mundo
Odín y sus hermanos, Vili y Ve, crearon al mundo a partir del cuerpo de Ymir. La sangre de Ymir formó el mar; su carne formó la tierra (midgard, donde habitan los humanos); sus huesos y dientes hicieron las montañas y las piedras; de su cráneo surgió el cielo, aguantado por cuatro enanos en cuatro puntos, que recibieron los nombres de Norte, Sur, Este y Oeste; del cerebro se formaron las nubes, y de sus cejas se crearon las barreras que separan el Midgard del Jötunheim (tierra de los gigantes supervivientes a la guerra que dio origen al mundo).
Tras crear el mundo, Odín se encontró con un olmo y un fresno y, ayudado por sus hermanos, los dotó de vida, creando así al primer hombre, Ask, y a la primera mujer, Embla. Ellos decidieron a adorar a Odín.
En la mitología nórdica, la sed de sabiduría de Odín es enorme y tres pasajes son prueba de ello: el primero de ellos ya fue mencionado (el sacrificio de su ojo); el segundo también hace referencia a Mimir, el guardián del pozo de la sabiduría: en una batalla contra los Vanir, Mimir fue decapitado y Odín aprovechó la oportunidad para llevarse la cabeza y hacer uso de los conocimientos y visiones del otrora guardián; el tercer pasaje explica cómo Odín obtuvo la capacidad de leer runas: él mismo se colgó atravesado por su lanza, durante 9 días y 9 noches, del Yggdrasil (el árbol de la vida que mantiene unidos los distintos mundos).
Odín también acostumbra viajar disfrazado con un sombrero viejo, un abrigo oscuro y a veces una vara por bastón. A veces pide posada a los habitantes del midgard (los hombres) y si se le es negada o él sufre algún daño por parte de los anfitriones, cobra venganza. En cierta ocasión, el dios llegó como huésped al palacio del rey Geirrøðr, quien sospechó de él y lo torturó manteniéndolo encadenado entre dos intensos fuegos. Después de revelarle algunos secretos de naturaleza divina, Odín se mostró como quien en realidad era; el rey corrió arrepentido a liberarlo pero tropezó con su espada y murió atravesado por ésta.
Odín reside en Asgard, el mundo de los dioses. Allí, el dios tiene tres residencias: Glaðsheimr, un amplio salón donde presidía sobre los doce diar o jueces y donde se regulaban los asuntos del Asgard; Valaskjálf, lugar donde se encontraba su trono, Hliðskjálf, construido enteramente de plata; y el Valhalla, donde recibía a las almas de los guerreros muertos
Acostumbra se hace acompañar por dos cuervos: Hugin (pensamiento) y Munin (memoria). Ellos informan diariamente a Odín sobre las andanzas de los dioses, gigantes, enanos, y los hombres. También posee dos lobos llamados Geri y Freki, a los cuales les da lo que le corresponde como almuerzo en el Valhalla.
En batalla, Odín blande su lanza, llamada Gungnir, la cual nunca falla, y monta su corcel de ocho patas, llamado Sleipnir. Es, además poseedor de Draupnir, un anillo de oro cada nueve noches produce ocho nuevos anillos.
Se dice que en el final de los tiempos, Odín guiará a los dioses contra las fuerzas del caos en la batalla del fin del mundo, el Ragnarök. En este enfrentamiento el dios será muerto y devorado por el feroz lobo Fenrir, el cual será inmediatamente muerto por Vidar, quien le desgarrará las fauces y colocará un pie en la garganta.

Ragnarok

viernes, 24 de septiembre de 2010

GRANDES CONQUISTADORES: ALEJANDRO MAGNO (356-323 a. C.)


Hijo de Filipo II, rey de Macedonia, y de Olimpia, hija de Neoptólemo I de Epiro. A los 13 años fue puesto bajo la tutela de Aristóteles, quien sería su maestro en un retiro de la ciudad macedonia de Mieza y le daría lecciones sobre política, elocuencia e historia natural.
En 340 a. C., su padre lo asoció a tareas del gobierno nombrándolo regente, a pesar de su juventud. En el 338, dirigió a la caballería macedónica en la batalla de Queronea, siendo nombrado gobernador de Tracia ese mismo año; Alejandro contaba con sólo dieciocho años.
En el año 336 a. C., Filipo es asesinado por Pausanias, un capitán de su guardia. Alejandro tomaría las riendas de Macedonia a la edad de 20 años como resultado de una conspiración que es atribuida generalmente a una historia amorosa de Filipo pero que se sospecha pudo ser planeada por Olimpia, madre de Alejandro.
La muerte del gran Filipo supuso que toda la Grecia sometida por él se alzase en armas contra el nuevo rey ante la aparente debilidad de la monarquía macedonia. No obstante, Alejandro demostró rápidamente su destreza militar atravesando la Tesalia para someterla nuevamente (ya había sido conquistada por Filipo); acto seguido, venció a los griegos tomando y destruyendo Tebas, obligando además a Atenas a reconocer su supremacía haciéndose nombrar Hegemon, título que ya había ostentado su padre y que lo situaba como gobernante de toda Grecia.
Alejandro pretendía llevar a cabo el plan de su padre y liberar a los más de 10,000 griegos que se encontraban bajo el dominio persa en Asia Menor para incorporarlos al resto del mundo heleno. Con un ejército pequeño (unos 30,000 infantes y 5,000 jinetes), el rey macedonio se impuso invariablemente sobre sus enemigos, merced a su excelente organización y adiestramiento, así como al valor y al genio estratégico que demostró en cada batalla.
Los persas ofrecieron débil resistencia y fueron vencidos en la batalla del Gránico, a orillas del riachuelo Gránico, donde los sátrapas le hicieron frente con un ejército de 40,000 hombres comandado por el astuto Memnón de Rodas. En este combate, Alejandro estuvo cerca de la muerte, pues un persa trató de asesinarlo por la espalda, pero salvó la vida, gracias a Clito, su fiel amigo, que de un sablazo derribó al agresor.
Una contraofensiva marítima de los persas en el Egeo, al mando de Memnón de Rodas y su flota, puso en peligro a la Grecia continental, pero esta amenaza se detuvo después de la victoria de Alejandro sobre Darío III en la batalla de Issos (pequeña llanura situada entre las montañas y el mar cerca de Siria) en el 333 a. C.
El rey macedonio conquistó fácilmente Fenicia, con excepción de la isla de Tiro, debiendo mantener un largo asedio para capturarla (de enero a agosto de 332 a. C.), conocido como el Sitio de Tiro.
Dominado el Levante, Alejandro se dirigió a Egipto, en donde se hizo proclamar «Hijo de Amón», título reservado sólo para los faraones. Allí fue bien recibido por los egipcios, quienes le apoyaban por su lucha contra los persas.


La cultura del Antiguo Egipto impresionó a Alejandro desde los primeros días de su estancia en este país. Los grandes vestigios le cautivaron hasta el punto que quiso faraonizarse como aquellos reyes. La Historia del Arte nos ha dejado testimonio de estos hechos: en Karnak existe un relieve donde se ve al conquistador haciendo las ofrendas al dios Amón, como lo hace un converso.
En esa época controló las rebeliones en Anatolia y el Egeo, de tal modo que en la primavera del 331 a. C., desde Tiro, organizó los territorios conquistados. Darío, con un ejército más numeroso, decidió hacerle frente en Gaugamela a orillas del Tigris, pero apenas logró salvar su vida, ya que pese a la superioridad numérica se vio derrotado por el genio militar del joven rey macedonio. Así Alejandro con su ejército logro entrar a Babilonia quedando a las puertas del propio territorio persa.
En el año 331 a.c., el ejército panehelénico invadió Persia entrando fácilmente a su capital. En tanto, el vencido monarca persa Darío III huía hacia el interior de territorio persa en busca de fuerzas leales para enfrentar nuevamente a Alejandro.
Alejandro procedió cuidadosamente ocupando las ciudades, apoderándose de los caudales persas y asegurando las líneas de abastecimiento. De Susa pasó a Persépolis, capital ceremonial del Imperio Aqueménida, donde sucedió una terrible destrucción para después dirigirse hacia Ecbatana en persecución del derrotado monarca persa.
Darío escapó, pero fue traicionado y asesinado por sus nobles, quienes temían la rendición de su líder ante Alejandro. No obstante, esto no impdió el paso triunfal del ejército macedonio hacia la capital persa. Su victoria fue aplastante.
Con la conquista del Imperio Persa, Alejandro descubrió el grado de civilización de los orientales, a los que antes había tenido por bárbaros. Concibió entonces la idea de unificar a los griegos con los persas en un único imperio en el que convivieran bajo una cultura de síntesis. Los sátrapas en su mayoría fueron dejados en sus puestos, aunque supervisados por un oficial macedonio que controlaba el ejército.
La reorganización de aquel gran Imperio se inició con la unificación monetaria, que abrió las puertas a la creación de un mercado inmenso; se impulsó el desarrollo comercial con expediciones; también se construyeron carreteras y canales de riego. La fusión cultural se hizo en torno a la imposición del griego como lengua común (koiné). Se fundaron, además, unas 70 ciudades nuevas, la mayor parte de ellas con el nombre de Alejandría (la principal en Egipto y otras en Siria, Mesopotamia, Sogdiana, Bactriana, India y Carmania).
Tras su boda con Roxana para consolidar sus relaciones con las nuevas satrapías de Asia Central, en el 326 a. C., Alejandro puso toda su atención en el subcontinente indio e invitó a todos los jefes tribales de la anterior satrapía de Gandara, al norte de lo que ahora es Pakistán para que acudieran a él y se sometieran a su autoridad. Taxiles, gobernador de Taxila, cuyo reino se extendía desde el Indo hasta el Hidaspes, aceptó someterse pero los rajás de algunos clanes de las montañas, incluyendo los aspasioi y los assakenoi de la tribu de los kambojas se negaron a ello.
Alejandro se enzarzó en una feroz contienda contra los aspasioi en la que le hirieron en el hombro con un dardo, pero en la que los aspasioi perdieron la batalla y 40,000. Los assakenoi fueron al encuentro de los invasores con un ejército de 30,000 soldados de caballería, 38,000 de infantería y 30 elefantes; lucharon valientemente y opusieron una tenaz resistencia al invasor en las batallas de las ciudades de Ora, Bazira y Masaga, pero el resultado no les favoreció. Durante estos enfrentamientos, el ejército macedonio cometió crueles masacres.
En el 326 a. C., Alejandro cruzó el Indo, luchó y ganó la batalla del Hidaspes contra el gobernador local Poros. Tras la batalla, Alejandro quedó tan impresionado por la valentía de Poros que hizo una alianza con él y le nombró sátrapa de su propio reino al que añadió incluso algunas tierras que éste no poseía antes. Alejandro llamó Bucéfala a una de las dos ciudades que había fundado, en honor al caballo que le había traído a la India, y que habría muerto durante la contienda del Hidaspes.
Al este del reino de Poros, cerca del río Ganges, estaba el poderoso imperio de Magadha gobernado por la dinastía Nanda. Temiendo la posibilidad de tener que enfrentarse con otro gran ejército indio y cansados por una larga campaña, el ejército macedonio se amotinó en el río Hífasis, negándose a seguir hacia el este.

Este era el imperio de Alejandro al momento de su muerte

Alejandro se convenció de que era mejor dirigirse al sur. Por el camino su ejército se topó con los malios. Los malios eran las tribus más aguerridas del sur de Asia por aquellos tiempos. Durante el asalto, el propio Alejandro fue herido gravemente por una flecha en el pulmón. Sus soldados, creyendo que el rey estaba muerto, tomaron la ciudadela y descargaron su furia contra los malios que se habían refugiado en ella, llevando a cabo una masacre que no perdonó la vida de hombre, mujer o niño.
Gracias al esfuerzo de su cirujano, Critodemo de Cos, el rey sobrevivió a esa herida. Después de esto, los malios que quedaron vivos se rindieron ante el ejército alejandrino, y éste pudo continuar su marcha. Alejandro envió a la mayor parte de sus efectivos a Carmania (al sur del actual Irán) con su general Crátero, y ordenó montar una flota para explorar el Golfo Pérsico bajo el mando de su almirante Nearco, mientras que él conduciría al resto del ejército de vuelta a Persia por la ruta del sur a través del desierto de Gedrosia (ahora parte del sur de Irán y de Makrán, en Pakistán).
Alejandro dejó, no obstante, refuerzos en la India. Nombró a su oficial Peitón sátrapa del territorio del Indo, cargo que éste ocuparía durante los próximos diez años hasta el 316 a. C., y en el Panyab dejó a cargo del ejército a Eudemos, junto con Poros y Taxiles.
Pero, tras enterarse de que muchos de sus sátrapas y delegados militares habían abusado de sus poderes en su ausencia, Alejandro ejecutó a varios de ellos como ejemplo mientras se dirigía a Susa. Como gesto de agradecimiento a su labor, Alejandro pagó las deudas de sus soldados, y anunció que enviaría a los más veteranos a Macedonia bajo el mando de Crátero, pero sus tropas malinterpretaron sus intenciones y se amotinaron en la ciudad de Opis, negándose a partir y criticando con amargura la adopción de las costumbres y forma de vestir de los persas que ostentaba su líder, así como la introducción de oficiales y soldados persas en las unidades macedonias. Alejandro ejecutó a los cabecillas del motín, pero perdonó a las tropas. En un intento de crear una atmósfera de armonía entre sus súbditos persas y macedonios, casó en una ceremonia masiva a sus oficiales más importantes con persas y otras nobles de Susa, pero pocas de esas parejas duraron más de un año.
Tras viajar a Ecbatana, su amigo más íntimo y posiblemente también su amante, Hefestión, murió a causa de una enfermedad o envenenado. Alejandro lloró su muerte durante seis meses.
El 13 de junio del 323 a. C., Alejandro murió en el palacio de Nabucodonosor II de Babilonia. Le faltaba poco más de un mes para cumplir los 33 años. Existen varias teorías sobre la causa de su muerte, las cuales incluyen: envenenamiento, enfermedad (se sugiere que pudo ser la fiebre del Nilo), o una recaída de la malaria que contrajo en el 336 a. C.
El cuerpo de Alejandro se colocó en un sarcófago antropomorfo de oro, que se puso a su vez en otro ataúd de oro y se cubrió con una capa púrpura. Pusieron este ataúd junto con su armadura en un carruaje dorado que tenía un techo abovedado soportado por peristilos jónicos.
El imperio no sobrevivió a la muerte de su creador. Se desencadenaron luchas sucesorias en las que murieron las esposas e hijos de Alejandro, hasta que el imperio quedó repartido entre sus generales (los diádocos): Seleuco, Ptolomeo, Antígono, Lisímaco y Casandro. Los Estados resultantes fueron los llamados reinos helenísticos, que mantuvieron durante los siglos siguientes el ideal de Alejandro de trasladar la cultura griega a Oriente.

jueves, 23 de septiembre de 2010

INSTRUMENTOS DE TORTURA: DESGARRADOR DE SENOS


Se trata de un instrumento de tortura con forma de tenaza acabado en cuatro afiladas puntas. El procedimiento era muy simple: se podían aplicar las cuatro puntas estando al rojo vivo o frías sobre los senos, desgarrándolos.
Este objeto se utilizó con cierta frecuencia durante el Imperio romano. Posteriormente, la Inquisición hizo uso de él. Los lugares donde más se recurrió a este instrmento, fueron algunas regiones de Francia y Alemania, donde todavía se usó hasta el siglo XVIII.
Las mujeres que padecieron este tormento normalmente habían sido condenadas por delitos de herejía, blasfemia, adulterio, aborto provocado, magia blanca erótica y algunos actos libidinosos.
Un caso famoso fue el de Ana Pappenheimer (acusada de brujería en Alemania, en 1600), que después de ser torturada con el instrumento, tuvo que sufrir el despellejamiento y rasgamiento de sus carnes; le seccionaron sus pechos y, una vez ensangrentados, fueron dados a comer de manera forzosa a sus hijos, que ya eran mayores.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

DE ENFERMEDADES RARAS: ELEFANTIASIS


La elefantiasis es un síndrome caracterizado por el aumento acelerado y desporoporcionado de algunas partes del cuerpo, especialmente de las extremidades inferiores y de los órganos genitales externos.
Esta enfermedad es endémica de las zonas tropicales y subtropicales. Es causada por un gusano del grupo de los nematelmintos (gusanos redondos) y se transmite mediante la picadura de diversas especies de mosquitos.
El gusano en cuestión se detecta al cabo de ocho meses de haber sido inyectado en el cuerpo humano. Se ha descubierto que este gusano puede llegar a vivir ocho años dentro del sistema linfático humano; no obstante, la enfermedad puede permanecer hasta 30 años.
La filaria se introduce y se propaga en el tejido subcutáneo humano. Los gusanos se alojan principalmente en la vegija y el escroto, y con el tiempo colonizan los ganglios linfáticos de la pelvis y el abdomen. Como los vasos linfáticos quedan obstruidos por grandes masas de gusanos, la linfa no puede retornar desde las piernas o los testículos (linfoedema), y por consiguiente el órgano o el miembro comienza a hincharse hasta adquirir, en algunos casos, proporciones monstruosas.

martes, 21 de septiembre de 2010

CONOCIENDO GUADALAJARA: BARRIO DE MEXICALTZINGO


Pueblo establecido el 15 de febrero de 1542, al día siguiente de la cuarta y última fundación de Guadalajara. El entonces virrey Antonio de Mendoza había venido a combatir a los indígenas sublevados en el Mixtón (en Zacatecas). Después de haber cumplido con su objetivo, el virrey dispuso su regreso a la capital, pero los indios mexicas que lo acompañaron como auxiliares de sus tropas solicitaron permiso para quedarse en la zona, pues muchos de ellos se habían casado con mujeres de la región. El virrey accedió a su petición y se les permitió asentarse al poniente. Así fue como nació San Juan de Mexicaltzingo.
El poblado era muy pequeño. Aún si se compara con Analco, que también fue fundado por indígenas, no era mucha la infraestructura de la zona. Mexicaltzingo solo tenía una pequeña ermita o capilla de adobe y zacate, con una plazuela frontal para los tianguis donde principalmente se vendían cazuelas y objetos de barro.
Esa humilde capilla de indios dependían del convento de San Francisco. Fray Antonio Alcalde organizó la ampliación de la vieja capilla, la cual fue erigida en parroquia; pero la construcción duró poco, pues en 1803 se demolió completamente para construir una nueva iglesia, colocando la primera piedra el 22 de abril del mismo año. La obra resultó defectuosa por lo que se le hicieron varias restauraciones en 1844, 1858, 1880 y 1912.
Desde sus orígenes, el pueblo de Mexicaltzingo fue el sitio de introducción y sacrificio del ganado para la población tapatía. A principios del siglo XIX, el rastro de la ciudad operaba en donde ahora se ubica Niños Héroes entre Colón y Nicolas Régules: en la fachada de este lugar estaba colocada una escultura de cantera de San Miguel, patrono de los carniceros.
El Puente de las Damas se construyó entre Colón y La Paz en 1796, durante el gobierno de Jacobo Ugarte y Loyola. El puente Manzano estaba sobre la calle del mismo nombre. La antigua garita de Mexicaltzingo, estaba en el extremo poniente del barrio, en lo que hoy son las calles de Alemania y Noruega, donde estaban los caminos Real de Colima, Sayula, Zacoalco y el de Las Higuerillas.
Mexicaltzingo fue pueblo con gobierno propio hasta 1667, en que quedó sujeto en lo administrativo al Ayuntamiento de Guadalajara, pero fue hasta 1821 cuando se le declaró oficialmente barrio de la ciudad.
En 1830, Francisco Vidrio donó un terreno arenoso para que sirviera de cementerio, panteón que llevo como nombre de Agua Escondida y que tuvo que clausurarse a los tres años, ya que había alcanzado el máximo de su capacidad debido a las epidemias del cólera que azotaron a Guadalajara.
En 1885, el gobierno estatal compró el potrero y los baños del Agua Azul para que sus manantiales fueran de utilidad pública. Se secó la ciénega que existía allí; sembraron árboles y formaron un lago artificial ahora desaparecido, colocaron una monumental puerta que tampoco existe ya; establecieron un zoológico, numerosos juegos infantiles y albercas conformando uno de los parques más concurridos de Guadalajara. Los lagos que se secaron dieron paso para construir una mayor cantidad de jardines y construcciones.
Entre finales del siglo XIX y principios del XX, este barrio dejó de tener una población indígena y pasó a constituirse como zona de criollos y mestizo. Es en esta época cuando el lugar se convierte en un barrio importante en lo económico y social, sobre todo por la introducción de ganado, abasto, industrialización de cueros y centro de mercado de reses.
El barrio de Mexicaltzingo tuvo varios mesones importantes, como: el de Tepopote, entre Colón y la Calzada del Campesino No. 1195; el de la Mora, en Colón 790; el Corriente (La Colonial), el viejo y nuevo arenal, Donato Guerra 515 y 474 respectivamente, y ya casi en San Francisco, el Mesón del buen viaje entre Colón y Ferrocarril.
De 1959 a 1965 se construyó la Concha Acústica, la calzada de los músicos, el Teatro Experimental y la Casa de las Artesanías. Con un remozamiento se construyó el mariposario, un invernadero, el aviario y el orquidiario.
La gran festividad del barrio es el jueves de la ascensión del Señor.

OBRAS MAESTRAS DE LA PINTURA: LA LIBERTAD GUIANDO AL PUEBLO


AUTOR: Eugène Delacroix (1798-1863)
TÉCNICA: Óleo sobre lienzo
MEDIDAS: 259 x 352 cm
FECHA: 1830
UBICACIÓN ACTUAL: Museo del Louvre

El lienzo representa una escena del 28 de julio de 1830, cuando el pueblo de París levantó barricadas. El rey Carlos X de Francia había suprimido el parlamento por decreto y tenía la intención de restringir la libertad de prensa. Los disturbios iniciales se convirtieron en un levantamiento que desembocó en una revolución seguida por ciudadanos enojados de todas las clases sociales.
El cuadro tiene una estructura en forma de pirámide con los muertos por la libertad en la base (una de estas figuras está agonizante y la ve directamente para enfatizar la idea de que vale la pena morir por ella) y la libertad en la cima sosteniendo en la mano derecha la bandera tricolor y en la mano izquierda un rifle. El propio artista se autorretrató en el personaje con sombrero de copa, llevando un rifle de la época. Para aumentar la tensión y el movimiento, Delacroix  añadió contrastes complementarios junto a la oposición de los claroscuros. 
De fondo se ve el cielo de París tormentoso, destacando la imagen de Notre Dame. La humareda luminosa de los cañones parece tratarse de una metáfora de la burguesía, que se libera de las tinieblas y encuentra la luz en ese país que emerge de las cenizas.
Se utilizan colores pálidos con pinceladas sueltas destacando el azul, el rojo y el blanco de la bandera.

domingo, 19 de septiembre de 2010

DE MUERTES EXTRAÑAS: HEATH LEDGER


A sus 28 años, el actor australiano Heath Ledger había logrado consolidar su carrera en Hollywood después de mucho tiempo de tocar puertas. Su nominación al Oscar por Secreto en la montaña (2005) y su interpretación del Joker en la nueva cinta de Cristopher Nolan, Batman, el caballero de la noche (2008) parecían ser sólo el preludio de una brillante carrera. Lamentablemente, el actor vería truncada esa posibilidad debido a su extraña muerte ocurrida seis meses antes del estreno de la cinta de Nolan.
El 22 de enero de 2008, aproximadamente a las 2:45 p.m., Ledger fue encontrado   inconsciente en la cama en su departamento ubicado en el cuarto piso de la calle Broome al 421, en el SoHo de Manhattan.
Según la policía, Diana Wolozin, masajista, había llegado temprano para una cita a las tres de la tarde con Ledger. La ama de llaves del actor, Teresa Solomon, la recibió y trató de despertar al actor, sin éxito. Wolozin llamó a la actriz Mary-Kate Olsen, amiga de Ledger, para pedirle ayuda. Olsen ordenó a una compañía de seguridad privada de Nueva York que se dirigiese a la escena. A las 3:26 p.m., pocos minutos después de haber llamado a Olsen por segunda vez para expresarle su temor de que Ledger estuviese muerto, Wolozin telefoneó al 911 "para anunciar que el Sr. Ledger no estaba respirando". Siguiendo el consejo del operador telefónico, la masajista le administró la RCP al actor, pero no logró reanimarlo.
Los médicos de emergencias llegaron siete minutos más tarde, a las 3:33 p.m., pero tampoco obtuvieron resultados. A las 3:36 p.m., Ledger fue declarado muerto y su cuerpo fue retirado del apartamento.
Luego de dos meses de intensa especulación en los medios, el 6 de febrero de 2008, la Oficina del Examinador Médico en Jefe de Nueva York publicó sus conclusiones, basadas en una autopsia inicial del 23 de enero y en el análisis toxicológico subsecuente.El informe concluye, en parte, "El Sr. Heath Ledger falleció como resultado de una intoxicación aguda por los efectos combinados de la oxicodona, hidrocodona, diazepam, temazepam, alprazolam y doxilamina. [...] Hemos concluido que la muerte es accidental, resultante del abuso de las prescripciones médicas." Estos medicamentos son prescritos comúnmente en los Estados Unidos para controlar el insomnio, la ansiedad, la depresión y el dolor.
En un artículo publicado en la revista Interview después de su muerte, la antigua prometida de Ledger Michelle Williams, confirmó los informes que pretendían que el actor tenía problemas para dormir.
El 4 de agosto de 2008, citando fuentes desconocidas, Murray Weiss, del New York Post afirmó que la actriz Mary-Kate Olsen se negó a ser entrevistada por investigadores federales sobre la muerte accidental de su amigo íntimo Heath Ledger sin inmunidad de acusación. Más tarde, ese mismo día, Michael C. Miller, abogado de la actriz, hizo una declaración negando que Olsen le hubiese otorgado las drogas que causaron la muerte al actor y asegurando que la joven no sabe de dónde provinieron.
De hecho, nadie lo sabe. La investigación federal que se inició para saber este punto exoneró a los dos médicos que al parecer trataban a Ledger, argumentando que ellos no le habían prescrito los medicamentos que terminaron por matarlo. La investigación se dio por concluida.
Meses después, con el estreno de El caballero de la noche, Ledger se convertiría en un ícono debido a su impresionante encarnación del némesis de Batman. De forma póstuma, obtendría un Globo de oro, un premio Bafta y un Oscar por su actuación en este filme.
o

sábado, 18 de septiembre de 2010

MAESTROS DEL COMIC: FRANK MILLER (1957- )


Frank Miller nació un 27 de enero, en Olney, Maryland. Estuvo casado con la ilustradora Lynn Varley hasta el año 2005.
Realizó su primer trabajo para Marvel Comics en 1979 en Spectacular Spiderman, pero se dio a conocer como joven promesa en Daredevil, entre finales de los setenta y principios de los ochenta.
Poco después, entre 1983 y 1984, realizó un trabajo para la editorial DC Comics: Ronin, la historia de un samurai sin amo reencarnado en un ente cibernético y ubicado en un futuro postapocalíptico, En este obra Miller mostró una evolución gráfica influenciada tanto por artistas europeos como algunos clásicos del manga japonés.
En 1986, Miller retornó a la serie Daredevil, cob la saga "Born Again". En esta saga, el artista usa la iconografía católica como metáfora para contar la caída y posterior 'resurrección' del personaje. Miller logró sacar del letargo al personaje imprimiéndole un tono maduro y oscuro.
Ese mismo año, su obra más afamada  vería la luz. Se trata de Batman: The Dark Knight Returns, de  DC Comics, en la que presenta a un Batman envejecido y retirado que acaba enfrentándose con Superman, representante del stablishment, mostrándonos su visión de un cercano futuro ultraviolento y dominado por los Mass Media.
Posteriormente, en 1987, Miller recrearía el primer año de Batman en la saga de cuatro números Batman: Año Uno, acercándose a los registros propios de la literatura de serie negra. La historia relata los inicios de la carrera de Bruce Wayne como Batman y de James Gordon con el Departamento de Policía de Ciudad Gótica (esta obra serviría de influencia al director Cristopher Nolan en su Batman inicia).
Hay que mencionar también sus dos colaboraciones con el dibujante Bill Sienkiewicz: Daredevil: Love and War y, especialmente, Elektra: Assassin, donde el artista definiría de una forma más detallada a la asesina ninja que él creara para las páginas de Daredevil, y su trágico pasado, inspirado en su homónimo mitológico (mito de Elektra).
En los 90, Miller abandona DC comics y realiza para Epic Comics una última obra sobre Elektra, titulada Elektra Lives Again,  en la que Miller quiso dar su particular adiós al mundo de Daredevil. Volvió, sin embargo, en 1993, a escribir una miniserie del personaje que se tituló Daredevil: Man Without Fear, basada en un fallido guión cinematográfico.
En 1990, colabora con el dibujante Geoff Darrow en Hard Boiled, una ultraviolenta historia que mezclaba sátira, género negro y ciencia ficción. Esta fue una obra con problemas, debido a las airadas protestas por el contenido de la obra.
En el mismo año colabora con el dibujante Dave Gibbons  y ambos crean la serie limitada Martha Washington: Give Me Liberty, donde su sátira política  alcanzaba nuevos niveles en esta historia apocalíptica, violenta y futurista. Miller y Gibbons volvieron a trabajar en el personaje después, en Marta Washington Goes to War (1994), Happy Birthday, Marha Washington (1995), Martha Washington Stranded in Space (1995) Martha Washington Saves the World (1997) y Martha Washington Dies (2007).
Pero si algo destaca de la producción de Miller en la década de los noventa es su famosa obra de género negro, Sin City, cuyo primer número fue realizado en 1991. Las historias que conforman esta serie se relatan desde el punto de vista del protagonista, pero éste suele ser diferente en cada una. En Sin city no hay personajes, protagonistas o secundarios, que participen de todas las historias, sólo la ciudad es la constante. También destaca el uso casi exclusivo de blanco y negro (con algunos objetos pintados a color para resaltar una característica del personaje) en todos los números que conforman esta obra. Su dibujo minimalista y de trazo aguzado alcanza un alto grado de preciosismo.

En 1998 realiza 300, una novela gráfica que relata la batalla de las Termópilas desde el punto de vista espartano. Es un cómic que llamó la atención sobre todo por el excelente color y por la decisión de Miller de editarlo en formato apaisado. No obstante, recibió varias críticas por lo endeble de su trama, algunas imprecisiones históricas y lo exagerado de las deformaciones, escenas violentas y tamaño de ciertos personajes y animales.
Recientemente, Miller volvió a DC para realizar una segunda parte de la exitosa Dark Knight Returns. Así, entre noviembre de 2001 y julio de 2002, DC editó una miniserie en tres números titulada The Dark Knight Strikes Again. Esta historia dividió a los seguidores de Miller: mientras que sus detractores afirman que el dibujo es demasiado simple (en contraste con el estilizado trazo de su antecesora, que lo acercaba al cyberpunk), sus defensores resaltan el carácter más corrosivo de la historia, la cual muestra un Superman todavía más cercano al stablishment y los intereses corporativos.
Actualmente, Frank Miller sigue trabajando con Batman en la serie All Star: Batman & Robin The Boy Wonder, junto al dibujante Jim Lee.

viernes, 17 de septiembre de 2010

EVANGELION: ¿LA LUCHA CONTRA DIOS O CONTRA UNO MISMO?


Corre el año 2015. El adolescente Shinji Ikari regresa a la ciudad de Tokio-3 para reencontrarse con su padre después de algunos años de ausencia. Pero su arribo coincide con el de una entidad gigentesca a la que se le denomina "ángel" y que destruye todo a su paso. Pronto, Shinji se da cuenta de que su padre lo mandó llamar, no porque lo extrañara, sino porque necesitaba de alguien que pudiera pilotear a un EVA, máquina gigantes que puede combatir al ángel. Así es como comienza la lucha de Shinji contra los ángeles.
Este es el punto de arranque de la serie Neon Genesis Evangelion. A primera vista no parece muy diferente a lo que antes de ella se había realizado (piénsese en Macross o en Mazinger Z): adolescentes piloteando robots gigantes y salvando al mundo de monstruos de enormes proporciones.  No obstante, esta serie creada por Hideaki Anno después de una etapa depresiva fue un parteaguas en la historia del anime, pues en lugar de seguir la estructura preestablecida del Mecha (género que aborda robots como los antes mencionados), mezcla temáticas como religión y psicología con la ciencia ficción, dejando de lado los cánones hasta entonces establecidos y dando mayor complejidad a sus personajes.
Y es que las batallas contra los ángeles, aunque espectaculares, no representan el punto más importante de la serie. Lo realmente relevante son sus personajes: entes patéticos en busca de aceptación y amor, capaces de actos tanto nobles como ruines, con graves conflictos internos y una soledad abrumadora. Shinji, particularmente, demuestra sus continuos conflictos, ya que parece aborrecerse a sí mismo y a la humanidad y al mismo tiempo busca la aceptación de su padre para poder sentirse bien.
Por tanto, no existe un héroe; todos cargan con demasiados conflictos, casi siempre relacionados con los padres: Gendo, padre de Shinji, ha rechazado toda emoción y se ha empeñado en su trabajo contra los ángeles, pues su único deseo es volver a ver a su esposa muerta; Misato, jefa de operaciones, parece tener un complejo de Edipo muy arraigado, además de un continuo roce con Shinji que va más allá de la relación tutor-joven (de hecho, en la última película besa a Shinji en los labios antes de morir); Ritsuko, jefa del departamento de desarrollo tecnológico, descubrió que su madre era amante de Gendo Ikari y, después de la muerte de ésta, ella también se convirtió en su concubina; Asuka, piloto del Eva 02, cuya madre enloqueció después de una experiencia con el Eva, desconoció a Asuka como hija (creía que una muñeca era su verdadera hija) y se suicidó el mismo día que Asuka fue elegida como piloto; y Rei, la misteriosa piloto del Eva 00,  entidad artificial creada a partir del ADN del primer ángel (Adán) y la madre de Shinji, que parece no tener sentimientos pero que en el fondo, como todos los personajes de la serie, cuestiona constantemente sus propias motivaciones y acciones.
Otro mérito de la serie es la forma lenta en que se devela la trama. Poco a poco nos vamos enterando que la humanidad ha sufrido dos "grandes impactos": el primero, acaecido hace miles de años, representó la llegada de los dos primeros ángeles (Adán y Lilith) y la creación de la humanidad; el segundo (que acabó con la mitad de la población mundial) ocurrió en el año 2000 cuando Gendo Ikari y su equipo científico experimentaban con Adán. Y sabemos que el resto de los ángeles han venido para concretar el tercer impacto, ya que Dios se ha cansado de la humanidad y planea destruirnos.
Otros datos de especial relevancia van apareciendo: los EVAS no son robots, sino entidades biológicas creadas a partir del ADN de Adán; el misterioso accidente en el que murió la madre de Shinji se dio mientras probaban el EVA 01, el cual absorbió su alma; y el misterioso "plan de complementación humana" que encabeza Gendo busca unificar a la humanidad con Dios.
La serie consta de 26 capítulos y tres películas. Estas últimas no planeaban realizarse, pero los fans se decepcionaron con los dos últimos episodios, por lo que Anno tuvo que filmar una conclusión más comprensible para su serie.
Evangelion es uno de los pocos casos en que manga y anime son concebidos simultáneamente. Hideaki Anno planeaba lanzar la serie el 4 de octubre de 1995, por lo que recurrió a  Yoshiyuki Sadamoto para la creación del manga (el cual vio la luz un año antes que la serie). Cabe destacar las diferencias entre uno y otro, pues el manga es mucho más explicativo que el anime.
En 2007 se estrenó la primera de las cuatro películas que conforman Rebuild of Evangelion, una actualización de la obra que busca acercarse más al manga. No obstante, este "rebuild" deja de lado el aspecto psicológico para enfocarse más en la acción.
Aquí dejo mi episodio favorito, el número veinticuatro.





jueves, 16 de septiembre de 2010

INSTRUMENTOS DE TORTURA: SILLA DE HIERRO ROMANA


Esta máquina fue inventada para usarse en los circos romanos con el objeto de torturar y ejecutar cristianos.
El en ese entonces naciente culto a Cristo representaba una amenaza para el poder de emperador, por lo que la respuesta del imperio fue brutal. Al igual que la crucifixión y los leones, el uso de la silla de hierro se popularizó en los anfiteatros romanos. Este instrumento se utilizaba de la siguiente manera: en una hoguera se calentaba esta silla fabricada en hierro hasta que estaba al rojo vivo. Después, se sentaba al condenado en ella, donde rápidamente se calcinaba.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

DIEZ DATOS CURIOSOS SOBRE LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO


1. Normalmente se consideran a las juntas de 1808 como el primer intento de Independencia de la entonces conocida como Nueva España. Sin embargo, existen referencias a una conspiración llevada a cabo por un grupo encabezado por el diácono Juan Antonio Montenegro, quien pretendía llevar a cabo un levantamiento armado con el fin de lograr la Independencia.

2. El 15 de septiembre de 1808, el virrey Iturrigaray y varios criollos que habían planteado en las juntas de 1808 la necesidad de desarrollar en la Nueva España una autonomía política y económica, fueron encarcelados. Dos años después, otro 15 de septiembre, la conspiración de Querétaro (de la cual formaban parte Allende e Hidalgo) fue descubierta y obligada a adelantar el movimiento armado.

3. El grito que Hidalgo proclamó la madrugada del 16 de septiembre en Dolores, incluía una frase que no acostumbra proclamarse en las fiestas conmemorativas que los mexicanos realizamos cada año; dicha frase era: ¡Viva Fernando VII! El personaje al que el denominado padre de la patria hacía referencia era el depuesto rey de España, quien había sufrido la invasión de la Francia de Napoleón en 1808. Esto indica que la causa original de la guerra de Independencia no fue el deseo de separarse de la Península Ibérica, sino evitar que Napoleón se apoderara de la Nueva España.

4. En Atotonilco, hidalgo tomó un estandarte de la virgen de Guadalupe, convirtiéndose ésta en símbolo de los insurgentes. Como respuesta, los realistas dieron a la virgen de los Remedios el grado de Generala y la utilizaron como símbolo de las fuerzas realistas.
O
5. Aunque Hidalgo proclamó el inicio del movimiento en 1810 y la abolición de la esclavitud en 1811, fue hasta el 6 de noviembre de 1813 cuando se redactó la Declaración de Independencia, en Chilpancingo, Guerrero. Su principal promotor fue José María Morelos y Pavón.

6. Uno de los mayores apoyos que recibió Morelos en su lucha independentista fue el de la sociedad secreta conocida como "Los guadalupes". Este grupo estableció un sistema de espionaje basado en informantes bien avenidos con el poder virreinal, los cuales por medio de correos clandestinos y argucias hacían llegar a las fuerzas insurgentes: pertrechos de boca y fuego, imprentas y sus accesorios, dinero y sobre todo información de los planes de los realistas.

7.Tanto Hidalgo como Morelos eran sacerdotes,  lucharon contra los realistas en la guerra de Independencia  y tuvieron hijos, a pesar de que la ley eclesiástica lo prohibía.

8. Agustín de Iturbide tenía como objetivo derrotar a Vicente Guerrero para dar por terminada la insurrección; sin embargo, como no pudo vencerlo, Iturbide se unió a los insurgentes y firmó el Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba. Posteriormente, fue nombrado emperador de México, cargo que ostentó durante nueve meses, antes de abdicar y exiliarse en Italia. Un año después, en 1824, fue arrestado mientras intentaba volver a México. El 19 de julio de ese mismo año fue fusilado.

9. Aunque la Independencia se consumó el 27 de septiembre de 1821, España no reconoció la autonomía de su antigua colonia sino hasta quince años después, en 1836.

10. El hecho de que los mexicanos celebremos el grito de Dolores el día 15 de septiembre y no el 16 (fecha en que se dieron los acontecimientos) se debe a Porfirio Díaz. El entonces presidente deseaba unir el festejo patrio a su cumpleaños (había nacido el 15 de septiembre de 1830), por lo que en 1896 mandó trasladar la Campana de Dolores a Palacio Nacional y decretó el cambio de fecha de los festejos.

DEMONOLOGÍA (IV): BELIAL


Este es uno de los pocos nombres demoniacos específicos en la Biblia. Etimológicamente quiere decir “despreciable” o “carente de valor”. Otras formas de escribirlo: Belhor, Baalial, Beliel (no confundirlo con Baal, una deidad cananea que acabó sin querer en el baile, como veremos) y, no me pregunten por qué, pero también se le llama Metanbuchus.
En el Antiguo Testamento es un adjetivo para calificar a: los idólatras (Deut. 13:13), circunstancias calamitosas (Salmos 41:8) o a los conspiradores de Jezabel, (Reyes 21:10-13). En el Libro de los Jubileos o Pseudogénesis (100 a. C.) se les llama Hijos de Belial a los no circuncidados.
Sin embargo, fue San Pablo quien lo convirtió en el nombre de Satán al decir: “¿Qué armonía puede haber entre Cristo y Belial?” (Corintios 6:15).
El evangelio apócrifo de Bartolomé precisa la historia de Belial: “Al principio se me denominaba Satanel, lo cual se interpreta como mensajero de Dios, mas cuando rechacé la imagen de Dios, mi nombre fue Satanás, es decir Ángel que custodia el Infierno”. Esto lo ubica como Satanás.
No obstante, existen otras tradiciones que diferencian a estas dos entidades. Para algunos estudiosos, Belial fue rey de los infiernos, creado después de Lucifer y uno de los mas poderosos, además de haber formado parte del primer grupo de ángeles en rebelarse. Antes perteneciente a la Orden de las Virtudes y de los Arcángeles, ahora es el mas vicioso de los demonios. Muchas veces se le representa sobre un carro de fuego.
Bajo los nombres de Beliar, este demonio juega un papel muy importante en la literatura apócrifa, especialmente en la "Ascensión de Isaías", los “oráculos sibilinos” y el "Testamento de los Doce Patriarcas". Él es el príncipe de este mundo y vendrá como el Anticristo, la Bestia.

martes, 14 de septiembre de 2010

CONOCIENDO GUADALAJARA: PARQUE AGUA AZUL


UBICACIÓN: Calz. Independencia Sur #973, entre las calles Av. Gon-zález Gallo y Av. de las Palmas

Fue construido entre 1946 y 1952. Inicialmente era un lugar de paseo en carruajes, a caballo o en lancha. Posteriormente se transformó en parque Zoológico y, también durante muchos años, fue anfitrión de las Fiestas de Octubre. A partir de 1992 se reinauguró como Centro de Cultura Ambiental.
Cuenta con dieciséis hectáreas. En sus cuidados jardines se distribuyen aproximadamente 1465 árboles, de diferentes especies.
El parque posee dos secciones divididas por la Calzada González Gallo y unidas en su parte media por un puente. En él se encuentra la Concha Acústica, donde se presentan espectáculos al aire libre, el Jardín del Arte y la Calzada de los Músicos. Dentro de este parque también encontramos: Casa de mariposas, Aviarío, Orquidiario, Sala de exposiciones, Sala de vídeo, Senderos educativos, Foro Infantil. Además cuenta con canchas de fútbol rápido de alfombra y cemento
La Casa de las Mariposas es una gran esfera de aluminio donde pueden verse las diferentes mariposas que habitan en Jalisco. Los visitantes pueden acceder mediante un túnel para apreciar la majestuosidad del gran número de especies que habitan en este lugar.


En el aviario, las jaulas están acondicionadas al hábitat natural de las aves que albergan, para que el público pueda gozar de su belleza.
En el orquidario, de forma piramidal, se exhiben ejemplares de orquídeas de la región. Este lugar mantiene un clima tropical-húmedo durante todo el año.

lunes, 13 de septiembre de 2010

OBRAS MAESTRAS DE LA PINTURA: LA MAJA DESNUDA


AUTOR: Francisco de Goya
TÉCNICA: Óleo sobre lienzo
MEDIDAS: 97 x 190 cm
FECHA: 1790-1800
UBICACIÓN ACTUAL: Museo del Prado

En esta pintura se retrata de cuerpo entero a una hermosa mujer recostada plácidamente en un lecho y mirando directamente al observador. La maja posee una piel tersa y aporcelanada, casi de esmalte. La habitación en la que ella se encuentra parece en penumbras; sin embargo, la maja da la impresión de irradiar luz.
Pictóricamente, es una obra en la que destacan los tonos verdes, en contraste con los blancos y los rosas. La pincelada no es tan larga como acostumbra el artista, a excepción de los volantes de los almohadones, mientras que la figura, situada en primer plano, está realizada con mayor minuciosidad
El contraste más claro en este cuadro se da entre la mujer y su espacio: mientras que hay una gama cromática fría en la habitación (con excepción del lecho), la luminosidad que caracteriza a la mujer hace que nuestra atención se centre en ella. Su figura irradia sensualidad; su postura y mirada sugieren, atraen.
Cabe aclarar que esta es la primera pintura conocida de toda la Historia del arte en que se pinta el vello púbico femenino.También destaca el hecho de que Goya se aleja de sus antecesores al mostrar un ideal de belleza femenino al desnudo basado en una persona y no en una deidad.
Este cuadro formó pareja con La maja vestida (1802-1805), que retrata a la misma figura femenina, en la misma pose y con igual sugerencia en la mirada, pero con ropa.

domingo, 12 de septiembre de 2010

MIS CUENTOS FAVORITOS (II)

LA AUTOPISTA DEL SUR
Julio Cortázar
O
Gli automobilisti accaldati sembrano
nom avere storia…  Come realtà, un ingorgo
automobilistico impressiona ma non
 ci dice gran che.
Arrigo Benedetti “L’Espresso”,
Roma, 21/6/1964

Al principio la muchacha del Dauphine había insistido en llevar la cuenta del tiempo, aunque al ingeniero del Peugeot 404 le daba ya lo mismo. Cualquiera podía mirar su reloj pero era como si ese tiempo atado a la muñeca derecha o el bip bip de la radio midieran otra cosa, fuera el tiempo de los que no han hecho la estupidez de querer regresar a París por la autopista del sur un domingo de tarde y, apenas salidos de Fontainbleau, han tenido que ponerse al paso, detenerse, seis filas a cada lado (ya se sabe que los domingos la autopista está íntegramente reservada a los que regresan a la capital), poner en marcha el motor, avanzar tres metros, detenerse, charlar con las dos monjas del 2HP a la derecha, con la muchacha del Dauphine a la izquierda, mirar por retrovisor al hombre pálido que conduce un Caravelle, envidiar irónicamente la felicidad avícola del matrimonio del Peugeot 203 (detrás del Dauphine de la muchacha) que juega con su niñita y hace bromas y come queso, o sufrir de a ratos los desbordes exasperados de los dos jovencitos del Simca que precede al Peugeot 404, y hasta bajarse en los altos y explorar sin alejarse mucho (porque nunca se sabe en qué momento los autos de más adelante reanudarán la marcha y habrá que correr para que los de atrás no inicien la guerra de las bocinas y los insultos), y así llegar a la altura de un Taunus delante del Dauphine de la muchacha que mira a cada momento la hora, y cambiar unas frases descorazonadas o burlonas con los hombres que viajan con el niño rubio cuya inmensa diversión en esas precisas circunstancias consiste en hacer correr libremente su autito de juguete sobre los asientos y el reborde posterior del Taunus, o atreverse y avanzar todavía un poco más, puesto que no parece que los autos de adelante vayan a reanudar la marcha, y contemplar con alguna lástima al matrimonio de ancianos en el ID Citroën que parece una gigantesca bañadera violeta donde sobrenadan los dos viejitos, él descansando los antebrazos en el volante con un aire de paciente fatiga, ella mordisqueando una manzana con más aplicación que ganas.
A la cuarta vez de encontrarse con todo eso, de hacer todo eso, el ingeniero había decidido no salir más de su coche, a la espera de que la policía disolviese de alguna manera el embotellamiento. El calor de agosto se sumaba a ese tiempo a ras de neumáticos para que la inmovilidad fuese cada vez más enervante. Todo era olor a gasolina, gritos destemplados de los jovencitos del Simca, brillo del sol rebotando en los cristales y en los bordes cromados, y para colmo sensación contradictoria del encierro en plena selva de máquinas pensadas para correr. El 404 del ingeniero ocupa el segundo lugar de la pista de la derecha contando desde la franja divisoria de las dos pistas, con lo cual tenía otros cuatro autos a su derecha y siete a su izquierda, aunque de hecho sólo pudiera ver distintamente los ocho coches que lo rodeaban y sus ocupantes que ya había detallado hasta cansarse. Había charlado con todos, salvo con los muchachos del Simca que caían antipáticos; entre trecho y trecho se había discutido la situación en sus menores detalles, y la impresión general era que hasta Corbeil-Essones se avanzaría al paso o poco menos, pero que entre Corbeil y Juvisy el ritmo iría acelerándose una vez que los helicópteros y los motociclistas lograran quebrar lo peor del embotellamiento. A nadie le cabía duda de que algún accidente muy grave debía haberse producido en la zona, única explicación de una lentitud tan increíble. Y con eso el gobierno, el calor, los impuestos, la vialidad, un tópico tras otro, tres metros, otro lugar común, cinco metros, una frase sentenciosa o una maldición contenida.
A las dos monjitas del 2HP les hubiera convenido tanto llegar a Milly-la-Fôret antes de las ocho, pues llevaban una cesta de hortalizas para la cocinera. Al matrimonio del Peugeot 203 le importaba sobre todo no perder los juegos televisados de las nueve y media; la muchacha del Dauphine le había dicho al ingeniero que le daba lo mismo llegar más tarde a París pero que se quejaba por principio, porque le parecía un atropello someter a millares de personas a un régimen de caravana de camellos. En esas últimas horas (debían ser casi las cinco pero el calor los hostigaba insoportablemente) habían avanzado unos cincuenta metros a juicio del ingeniero, aunque uno de los hombres del Taunus que se había acercado a charlar llevando de la mano al niño con su autito, mostró irónicamente la copa de un plátano solitario y la muchacha del Dauphine recordó que ese plátano (si no era un castaño) había estado en la misma línea que su auto durante tanto tiempo que ya ni valía la pena mirar el reloj pulsera para perderse en cálculos inútiles.
No atardecía nunca, la vibración del sol sobre la pista y las carrocerías dilataba el vértigo hasta la náusea. Los anteojos negros, los pañuelos con agua de colonia en la cabeza, los recursos improvisados para protegerse, para evitar un reflejo chirriante o las bocanadas de los caños de escape a cada avance, se organizaban y perfeccionaban, eran objeto de comunicación y comentario. El ingeniero bajó otra vez para estirar las piernas, cambió unas palabras con la pareja de aire campesino del Ariane que precedía al 2HP de las monjas. Detrás del 2HP había un Volkswagen con un soldado y una muchacha que parecían recién casados. La tercera fila hacia el exterior dejaba de interesarle porque hubiera tenido que alejarse peligrosamente del 404; veía colores, formas, Mercedes Benz, ID, 4R, Lancia, Skoda, Morris Minor, el catálogo completo. A la izquierda, sobre la pista opuesta, se tendía otra maleza inalcanzable de Renault, Anglia, Peugeot, Porsche, Volvo; era tan monótono que al final, después de charlar con los dos hombres del Taunus y de intentar sin éxito un cambio de impresiones con el solitario conductor del Caravelle, no quedaba nada mejor que volver al 404 y reanudar la misma conversación sobre la hora, las distancias y el cine con la muchacha del Dauphine.
A veces llegaba un extranjero, alguien que se deslizaba entre los autos viniendo desde el otro lado de la pista o desde la filas exteriores de la derecha, y que traía alguna noticia probablemente falsa repetida de auto en auto a lo largo de calientes kilómetros. El extranjero saboreaba el éxito de sus novedades, los golpes de las portezuelas cuando los pasajeros se precipitaban para comentar lo sucedido, pero al cabo de un rato se oía alguna bocina o el arranque de un motor, y el extranjero salía corriendo, se lo veía zigzaguear entre los autos para reintegrase al suyo y no quedar expuesto a la justa cólera de los demás. A lo largo de la tarde se había sabido así del choque de un Floride contra un 2HP cerca de Corbeil, tres muertos y un niño herido, el doble choque de un Fiat 1500 contra un furgón Renault que había aplastado un Austin lleno de turistas ingleses, el vuelco de un autocar de Orly colmado de pasajeros procedentes del avión de Copenhague. El ingeniero estaba seguro de que todo o casi todo era falso, aunque algo grave debía haber ocurrido cerca de Corbeil e incluso en las proximidades de París para que la circulación se hubiera paralizado hasta ese punto. Los campesinos del Ariane, que tenían una granja del lado de Montereau y conocían bien la región, contaban con otro domingo en que el tránsito había estado detenido durante cinco horas, pero ese tiempo empezaba a parecer casi nimio ahora que el sol, acostándose hacia la izquierda de la ruta, volcaba en cada auto una última avalancha de jalea anaranjada que hacía hervir los metales y ofuscaba la vista, sin que jamás una copa de árbol desapareciera del todo a la espalda, sin que otra sombra apenas entrevista a la distancia se acercara como para poder sentir de verdad que la columna se estaba moviendo aunque fuera apenas, aunque hubiera que detenerse y arrancar y bruscamente clavar el freno y no salir nunca de la primera velocidad, del desencanto insultante de pasar una vez más de la primera al punto muerto, freno de pie, freno de mano, stop, y así otra vez y otra vez y otra.
En algún momento, harto de inacción, el ingeniero se había decidido a aprovechar un alto especialmente interminable para recorrer las filas de la izquierda, y dejando a su espalda el Dauphine había encontrado un DKW, otro 2HP, un Fiat 600, y se había detenido junto a un De Soto para cambiar impresiones con el azorado turista de Washington que no entendía casi el francés pero que tenía que estar a las ocho en la Place de l’Opéra sin falta you understand, my wife will be awfully anxious, damn it, y se hablaba un poco de todo cuando un hombre con aire de viajante de comercio salió del DKW para contarles que alguien había llegado un rato antes con la noticia de que un Piper Club se había estrellado en plena autopista, varios muertos. Al americano el Piper Club lo tenía profundamente sin cuidado, y también al ingeniero que oyó un coro de bocinas y se apresuró a regresar al 404, transmitiendo de paso las novedades a los dos hombres del Taunus y al matrimonio del 203. Reservó una explicación más detallada para la muchacha del Dauphine mientras los coches avanzaban lentamente unos pocos metros (ahora el Dauphine estaba ligeramente retrasado con relación al 404, y más tarde sería al revés, pero de hecho las doce filas se movían prácticamente en bloque, como si un gendarme invisible en el fondo de la autopista ordenara el avance simultáneo sin que nadie pudiese obtener ventajas). Piper Club, señorita, es un pequeño avión de paseo. Ah. Y la mala idea de estrellarse en plena autopista un domingo de tarde. Esas cosas. Si por lo menos hiciera menos calor en los condenados autos, si esos árboles de la derecha quedaran por fin a la espalda, si la última cifra del cuentakilómetros acabara de caer en su agujerito negro en vez de seguir suspendida por la cola, interminablemente.
En algún momento (suavemente empezaba a anochecer, el horizonte de techos de automóviles se teñía de lila) una gran mariposa blanca se posó en el parabrisas del Dauphine, y la muchacha y el ingeniero admiraron sus alas en la breve y perfecta suspensión de su reposo; la vieron alejarse con una exasperada nostalgia, sobrevolar el Taunus, el ID violeta de los ancianos, ir hacia el Fiat 600 ya invisible desde el 404, regresar hacia el Simca donde una mano cazadora trató inútilmente de atraparla, aletear amablemente sobre el Ariane de los campesinos que parecían estar comiendo alguna cosa, y perderse después hacia la derecha. Al anochecer la columna hizo un primer avance importante, de casi cuarenta metros; cuando el ingeniero miró distraídamente el cuentakilómetros, la mitad del 6 había desaparecido y un asomo del 7 empezaba a descolgarse de lo alto. Casi todo el mundo escuchaba sus radios, los del Simca la habían puesto a todo trapo y coreaban un twist con sacudidas que hacían vibrar la carrocería; las monjas pasaban las cuentas de sus rosarios, el niño del Taunus se había dormido con la cara pegada a un cristal, sin soltar el auto de juguete. En algún momento (ya era noche cerrada) llegaron extranjeros con más noticias, tan contradictorias como las otras ya olvidadas, No había sido un Piper Club sino un planeador piloteado por la hija de un general. Era exacto que un furgón Renault había aplastado un Austin, pero no en Juvisy sino casi en las puertas de París; uno de los extranjeros explicó al matrimonio del 203 que el macadam de la autopista había cedido a la altura de Igny y que cinco autos habían volcado al meter las ruedas delanteras en la grieta. La idea de una catástrofe natural se propagó hasta el ingeniero, que se encogió de hombros sin hacer comentarios. Más tarde, pensando en esas primeras horas de oscuridad en que habían respirado un poco más libremente, recordó que en algún momento había sacado el brazo por la ventanilla para tamborilear en la carrocería del Dauphine y despertar a la muchacha que se había dormido reclinada sobre el volante, sin preocuparse de un nuevo avance. Quizá ya era medianoche cuando una de las monjas le ofreció tímidamente un sándwich de jamón, suponiendo que tendría hambre. El ingeniero lo aceptó por cortesía (en realidad sentía náuseas) y pidió permiso para dividirlo con la muchacha del Dauphine, que aceptó y comió golosamente el sándwich y la tableta de chocolate que le había pasado el viajante del DKW, su vecino de la izquierda. Mucha gente había salido de los autos recalentados, porque otra vez llevaban horas sin avanzar; se empezaba a sentir sed, ya agotadas las botellas de limonada, la coca-cola y hasta los vinos de a bordo. La primera en quejarse fue la niña del 203, y el soldado y el ingeniero abandonaron los autos junto con el padre de la niña para buscar agua. Delante del Simca, donde la radio parecía suficiente alimento, el ingeniero encontró un Beaulieu ocupado por una mujer madura de ojos inquietos. No, no tenía agua pero podía darle unos caramelos para la niña. El matrimonio del ID se consultó un momento antes de que la anciana metiera las manos en un bolso y sacara una pequeña lata de jugo de frutas. El ingeniero agradeció y quiso saber si tenían hambre y si podía serles útil; el viejo movió negativamente la cabeza, pero la mujer pareció asentir sin palabras. Más tarde la muchacha del Dauphine y el ingeniero exploraron juntos las filas de la izquierda, sin alejarse demasiado; volvieron con algunos bizcochos y los llevaron a la anciana del ID, con el tiempo justo para regresar corriendo a sus autos bajo una lluvia de bocinas.
Aparte de esas mínimas salidas, era tan poco lo que podía hacerse que las horas acababan por superponerse, por ser siempre la misma en el recuerdo; en algún momento el ingeniero pensó en tachar ese día en su agenda y contuvo una risotada, pero más adelante, cuando empezaron los cálculos contradictorios de las monjas, los hombres del Taunus y la muchacha del Dauphine, se vio que hubiera convenido llevar mejor la cuenta. Las diarios locales habían suspendido las emisiones, y sólo el viajante del DKW tenía un aparato de ondas cortas que se empeñaba en transmitir noticias bursátiles.. Hacia las tres de la madrugada pareció llegarse a un acuerdo tácito para descansar, y hasta el amanecer la columna no se movió. Los muchachos del Simca sacaron unas camas neumáticas y se tendieron al lado del auto; el ingeniero bajó el respaldo de los asientos delanteros del 404 y ofreció las cuchetas a las monjas, que rehusaron; antes de acostarse un rato, el ingeniero pensó en la muchacha del Dauphine, muy quieta contra el volante, y como sin darle importancia le propuso que cambiaran de autos hasta el amanecer; ella se negó, alegando que podía dormir muy bien de cualquier manera. Durante un rato se oyó llorar al niño del Taunus, acostado en el asiento trasero donde debía tener demasiado calor. Las monjas rezaban todavía cuando el ingeniero se dejó caer en la cucheta y se fue quedando dormido, pero su sueño seguía demasiado cerca de la vigilia y acabó por despertarse sudoroso e inquieto, sin comprender en un primer momento dónde estaba; enderezándose, empezó a percibir los confusos movimientos del exterior, un deslizarse de sombras entre los autos, y vio un bulto que se alejaba hacia el borde de la autopista; adivinó las razones, y más tarde también él salió del auto sin hacer ruido y fue a aliviarse al borde de la ruta; no había setos ni árboles, solamente el campo negro y sin estrellas, algo que parecía un muro abstracto limitando la cinta blanca del macadam con su río inmóvil de vehículos, Casi tropezó con el campesino del Ariane, que balbuceó una frase ininteligible; al olor de la gasolina, persistente en la autopista recalentada, se sumaba ahora la presencia más ácida del hombre, y el ingeniero volvió lo antes posible a su auto. La chica del Dauphine dormía apoyada sobre el volante, un mechón de pelo contra los ojos; antes de subir al 404, el ingeniero se divirtió explorando en la sombra su perfil, adivinando la curva de los labios que soplaban suavemente. Del otro lado, el hombre del DKW miraba también dormir a la muchacha, fumando en silencio.
Por la mañana se avanzó muy poco pero lo bastante como para darles la esperanza de que esa tarde se abriría la ruta hacia París. A las nueve llegó un extranjero con buenas noticias: habían rellenado las grietas y pronto se podría circular normalmente. Los muchachos del Simca encendieron la radio y uno de ellos trepó al techo del auto y gritó y cantó. El ingeniero se dijo que la noticia era tan dudosa como las de la víspera, y que el extranjero había aprovechado la alegría del grupo para pedir y obtener una naranja que le dio el matrimonio del Ariane. Más tarde llegó otro extranjero con la misma treta, pero nadie quiso darle nada. El calor empezaba a subir y la gente prefería quedarse en los autos a la espera de que se concretaran las buenas noticias. A mediodía la niña del 203 empezó a llorar otra vez, y la muchacha del Dauphine fue a jugar con ella y se hizo amiga del matrimonio. Los del 203 no tenían suerte; a su derecha estaba el hombre silencioso del Caravelle, ajeno a todo lo que ocurría en torno, y a su izquierda tenían que aguantar la verbosa indignación del conductor de un Floride, para quien el embotellamiento era una afrenta exclusivamente personal. Cuando la niña volvió a quejarse de sed, al ingeniero se le ocurrió ir a hablar con los campesinos del Ariane, seguro de que en ese auto había cantidad de provisiones. Para su sorpresa los campesinos se mostraron muy amables; comprendían que en una situación semejante era necesario ayudarse, y pensaban que si alguien se encargaba de dirigir el grupo (la mujer hacía un gesto circular con la mano, abarcando la docena de autos que los rodeaba) no se pasarían apreturas hasta llegar a Paría. Al ingeniero lo molestaba la idea de erigirse en organizador, y prefirió llamar a los hombres del Taunus para conferenciar con ellos y con el matrimonio del Ariane. Un rato después consultaron sucesivamente a todos los del grupo. El joven soldado del Volkswagen estuvo inmediatamente de acuerdo, y el matrimonio del 203 ofreció las pocas provisiones que les quedaban (la muchacha del Dauphine había conseguido un vaso de granadina con agua para la niña, que reía y jugaba). Uno de los hombres del Taunus, que había ido a consultar a los muchachos del Simca, obtuvo un asentimiento burlón; el hombre pálido del Caravelle se encogió de hombros y dijo que le daba lo mismo, que hicieran lo que les pareciese mejor. Los ancianos del ID y la señora del Beaulieu se mostraron visiblemente contentos, como si se sintieran más protegidos. Los pilotos del Floride y del DKW no hicieron observaciones, y el americano del De Soto los miró asombrado y dijo algo sobre la voluntad de Dios. Al ingeniero le resultó fácil proponer que uno de los ocupantes del Taunus, en que tenía una confianza instintiva, se encargará de coordinar las actividades. A nadie le faltaría de comer por el momento, pero era necesario conseguir agua; el jefe, al que los muchachos del Simca llamaban Taunus a secas para divertirse, pidió al ingeniero, al soldado y a uno de los muchachos que exploraran la zona circundante de la autopista y ofrecieran alimentos a cambio de bebidas. Taunus, que evidentemente sabía mandar, había calculado que deberían cubrirse las necesidades de un día y medio como máximo, poniéndose en la posición menos optimista. En el 2HP de las monjas y en el Ariane de los campesinos había provisiones suficientes para ese tiempo, y si los exploradores volvían con agua el problema quedaría resuelto. Pero solamente el soldado regresó con una cantimplora llena, cuyo dueño exigía en cambio comida para dos personas. El ingeniero no encontró a nadie que pudiera ofrecer agua, pero el viaje le sirvió para advertir que más allá de su grupo se estaban constituyendo otras células con problemas semejantes; en un momento dado el ocupante de un Alfa Romeo se negó a hablar con él del asunto, y le dijo que se dirigiera al representante de su grupo, cinco autos atrás en la misma fila. Más tarde vieron volver al muchacho del Simca que no había podido conseguir agua, pero Taunus calculó que ya tenían bastante para los dos niños, la anciana del ID y el resto de las mujeres. El ingeniero le estaba contando a la muchacha del Dauphine su circuito por la periferia (era la una de la tarde, y el sol los acorralaba en los autos) cuando ella lo interrumpió con un gesto y le señaló el Simca. En dos saltos el ingeniero llegó hasta el auto y sujetó por el codo a uno de los muchachos, que se repantigaba en su asiento para beber a grandes tragos de la cantimplora que había traído escondida en la chaqueta. A su gesto iracundo, el ingeniero respondió aumentando la presión en el brazo; el otro muchacho bajó del auto y se tiró sobre el ingeniero, que dio dos pasos atrás y lo esperó casi con lástima. El soldado ya venía corriendo, y los gritos de las monjas alertaron a Taunus y a su compañero; Taunus escuchó lo sucedido, se acercó al muchacho de la botella y le dio un par de bofetadas. El muchacho gritó y protestó, lloriqueando, mientras el otro rezongaba sin atreverse a intervenir. El ingeniero le quitó la botella y se la alcanzó a Taunus. Empezaban a sonar bocinas y cada cual regresó a su auto, por lo demás inútilmente puesto que la columna avanzó apenas cinco metros.
A la hora de la siesta, bajo un sol todavía más duro que la víspera, una de las monjas se quitó la toca y su compañera le mojó las sienes con agua de colonia. Las mujeres improvisaban de a poco sus actividades samaritanas, yendo de un auto a otro, ocupándose de los niños para que los hombres estuvieran más libres: nadie se quejaba pero el buen humor era forzado, se basaba siempre en los mismos juegos de palabras, en un escepticismo de buen tono. Para el ingeniero y la muchacha del Dauphine, sentirse sudorosos y sucios era la vejación más grande; lo enternecía casi la rotunda indiferencia del matrimonio de campesinos al olor que les brotaba de las axilas cada vez que venían a charlar con ellos o a repetir alguna noticia de último momento. Hacia el atardecer el ingeniero miró casualmente por el retrovisor y encontró como siempre la cara pálida y de rasgos tensos del hombre del Caravelle, que al igual que el gordo piloto del Floride se había mantenido ajeno a todas las actividades. Le pareció que sus facciones se habían afilado todavía más, y se preguntó si no estaría enfermo. Pero después, cuando al ir a charlar con el soldado y su mujer tuvo ocasión de mirarlo desde más cerca, se dijo que ese hombre no estaba enfermo; era otra cosa, una separación, por darle algún nombre. El soldado del Volkswagen le contó más tarde que a su mujer le daba miedo ese hombre silencioso que no se apartaba jamás del volante y que parecía dormir despierto. Nacían hipótesis, se creaba un folklore para luchar contra la inacción. Los niños del Taunus y el 203 se habían hecho amigos y se habían peleado y luego se habían reconciliado; sus padres se visitaban, y la muchacha del Dauphine iba cada tanto a ver cómo se sentían la anciana del ID y la señora del Beaulieu. Cuando al atardecer soplaron bruscamente una ráfagas tormentosas y el sol se perdió entre las nubes que se alzaban al oeste, la gente se alegró pensando que iba a refrescar. Cayeron algunas gotas, coincidiendo con un avance extraordinario de casi cien metros; a lo lejos brilló un relámpago y el calor subió todavía más. Había tanta electricidad en la atmósfera que Taunus, con un instinto que el ingeniero admiró sin comentarios, dejó al grupo en paz hasta la noche, como si temiera los efectos del cansancio y el calor. A las ocho las mujeres se encargaron de distribuir las provisiones; se había decidido que el Ariane de los campesinos sería el almacén general, y que el 2HP de las monjas serviría de depósito suplementario. Taunus había ido en persona a hablar con los jefes de los cuatro o cinco grupos vecinos; después, con ayuda del soldado y el hombre del 203, llevó una cantidad de alimentos a los grupos, regresando con más agua y un poco de vino. Se decidió que los muchachos del Simca cederían sus colchones neumáticos a la anciana del ID y a la señora del Beaulieu; la muchacha del Dauphine les llevó dos mantas escocesas y el ingeniero ofreció su coche, que llamaba burlonamente el wagon-lit, a quienes lo necesitaran. Para su sorpresa, la muchacha del Dauphine aceptó el ofrecimiento y esa noche compartió las cuchetas del 404 con una de las monjas; la otra fue a dormir al 203 junto a la niña y su madre, mientras el marido pasaba la noche sobre el macadam, envuelto en una frazada. El ingeniero no tenía sueño y jugó a los dados con Taunus y su amigo; en algún momento se les agregó el campesino del Ariane y hablaron de política bebiendo unos tragos del aguardiente que el campesino había entregado a Taunus esa mañana. La noche no fue mala; había refrescado y brillaban algunas estrellas entre las nubes.
Hacia el amanecer los ganó el sueño, esa necesidad de estar a cubierto que nacía con la grisalla del alba. Mientras Taunus dormía junto al niño en el asiento trasero, su amigo y el ingeniero descansaron un rato en la delantera. Entre dos imágenes de sueño, el ingeniero creyó oír gritos a la distancia y vio un resplandor indistinto; el jefe de otro grupo vino a decirles que treinta autos más adelante había habido un principio de incendio en un Estafette, provocado por alguien que había querido hervir clandestinamente unas legumbres. Taunus bromeó sobre lo sucedido mientras iba de auto en auto para ver cómo habían pasado todos la noche, pero a nadie se le escapó lo que quería decir. Esa mañana la columna empezó a moverse muy temprano y hubo que correr y agitarse para recuperar los colchones y las mantas, pero como en todas partes debía estar sucediendo lo mismo nadie se impacientaba ni hacía sonar las bocinas. A mediodía habían avanzado más de cincuenta metros, y empezaba a divisarse la sombra de un bosque a la derecha de la ruta. Se envidiaba la suerte de los que en ese momento podían ir hasta la banquina y aprovechar la frescura de la sombra; quizá había un arroyo, o un grifo de agua potable. La muchacha del Dauphine cerró los ojos y pensó en una ducha cayéndole por el cuello y la espalda, corriéndole por las piernas; el ingeniero, que la miraba de reojo, vio dos lágrimas que le resbalaban por las mejillas.
Taunus, que acababa de adelantarse hasta el ID, vino a buscar a las mujeres más jóvenes para que atendieran a la anciana que no se sentía bien. El jefe del tercer grupo a retaguardia contaba con un médico entre sus hombres, y el soldado corrió a buscarlo. Al ingeniero, que había seguido con irónica benevolencia los esfuerzos de los muchachitos del Simca para hacerse perdonar su travesura, entendió que era el momento de darles su oportunidad. Con los elementos de una tienda de campaña los muchachos cubrieron la ventanilla del 404, y el wagon-lit se transformó en ambulancia para que la anciana descansara en una oscuridad relativa. Su marido se tendió a su lado, teniéndole la mano, y los dejaron solos con el médico. Después las monjas se ocuparon de la anciana, que se sentía mejor, y el ingeniero pasó la tarde como pudo, visitando otros autos y descansando en el de Taunus cuando el sol castigaba demasiado; sólo tres veces le tocó correr hasta su auto, donde los viejitos parecían dormir, para hacerlo avanzar junto con la columna hasta el alto siguiente. Los ganó la noche sin que hubiesen llegado a la altura del bosque.
Hacia las dos de la madrugada bajó la temperatura, y los que tenían mantas se alegraron de poder envolverse en ellas. Como la columna no se movería hasta el alba (era algo que se sentía en el aire, que venía desde el horizonte de autos inmóviles en la noche) el ingeniero y Taunus se sentaron a fumar y a charlar con el campesino del Ariane y el soldado. Los cálculos de Taunus no correspondían ya a la realidad, y lo dijo francamente; por la mañana habría que hacer algo para conseguir más provisiones y bebidas. El soldado fue a buscar a los jefes de los grupos vecinos, que tampoco dormían, y se discutió el problema en voz baja para no despertar a las mujeres. Los jefes habían hablado con los responsables de los grupos más alejados, en un radio de ochenta o cien automóviles, y tenían la seguridad de que la situación era análoga en todas partes. El campesino conocía bien la región y propuso que dos o tres hombres de cada grupo saliera al alba para comprar provisiones en las granjas cercanas, mientras Taunus se ocupaba de designar pilotos para los autos que quedaran sin dueño durante la expedición. La idea era buena y no resultó difícil reunir dinero entre los asistentes; se decidió que el campesino, el soldado y el amigo de Taunus irían juntos y llevarían todas las bolsas, redes y cantimploras disponibles. Los jefes de los otros grupos volvieron a sus unidades para organizar expediciones similares, y al amanecer se explicó la situación a las mujeres y se hizo lo necesario para que la columna pudiera seguir avanzando. La muchacha del Dauphine le dijo al ingeniero que la anciana ya estaba mejor y que insistía en volver a su ID; a las ocho llegó el médico, que no vio inconvenientes en que el matrimonio regresara a su auto. De todos modos, Taunus decidió que el 404 quedaría habilitado permanentemente como ambulancia; los muchachos, para divertirse, fabricaron un banderín con una cruz roja y lo fijaron en la antena del auto. Hacía ya rato que la gente prefería salir lo menos posible de sus coches; la temperatura seguía bajando y a mediodía empezaron los chaparrones y se vieron relámpagos a la distancia. La mujer del campesino se apresuró a recoger agua con un embudo y una jarra de plástico, para especial regocijo de los muchachos del Simca. Mirando todo eso, inclinado sobre el volante donde había un libro abierto que no le interesaba demasiado, el ingeniero se preguntó por qué los expedicionarios tardaban tanto en regresar; más tarde Taunus lo llamó discretamente a su auto y cuando estuvieron dentro le dijo que habían fracasado. El amigo de Taunus dio detalles: las granjas estaban abandonadas o la gente se negaba a venderles nada, aduciendo las reglamentaciones sobre ventas a particulares y sospechando que podían ser inspectores que se valían de las circunstancias para ponerlos a prueba. A pesar de todo habían podido traer una pequeña cantidad de agua y algunas provisiones, quizá robadas por el soldado que sonreía sin entrar en detalles. Desde luego ya no se podía pasar mucho tiempo sin que cesara el embotellamiento, pero los alimentos de que se disponía no eran los más adecuados para los dos niños y la anciana. El médico, que vino hacia las cuatro y media para ver a la enferma, hizo un gesto de exasperación y cansancio y dijo a Taunus que en su grupo y en todos los grupos vecinos pasaba lo mismo. Por la radio se había hablado de una operación de emergencia para despejar la autopista, pero aparte de un helicóptero que apareció brevemente al anochecer no se vieron otros aprestos. De todas maneras hacía cada vez menos calor, y la gente parecía esperar la llegada de la noche para taparse con las mantas y abolir en el sueño algunas horas más de espera. Desde su auto el ingeniero escuchaba la charla de la muchacha del Dauphine con el viajante del DKW, que le contaba cuentos y la hacía reír sin ganas. Lo sorprendió ver a la señora del Beaulieu que casi nunca abandonaba su auto, y bajó para saber si necesitaba alguna cosa, pero la señora buscaba solamente las últimas noticias y se puso a hablar con las monjas. Un hastío sin nombre pesaba sobre ellos al anochecer; se esperaba más del sueño que de las noticias siempre contradictorias o desmentidas. El amigo de Taunus llegó discretamente a buscar al ingeniero, al soldado y al hombre del 203. Taunus les anunció que el tripulante del Floride acababa de desertar; uno de los muchachos del Simca había visto el coche vacío, y después de un rato se había puesto a buscar a su dueño para matar el tedio. Nadie conocía mucho al hombre gordo del Floride, que tanto había protestado el primer día aunque después acabara de quedarse tan callado como el piloto del Caravelle.. Cuando a las cinco de la mañana no quedó la menor duda de que Floride, como se divertían en llamarlo los chicos del Simca, había desertado llevándose un valija de mano y abandonando otra llena de camisas y ropa interior, Taunus decidió que uno de los muchachos se haría cargo del auto abandonado para no inmovilizar la columna. A todos los había fastidiado vagamente esa deserción en la oscuridad, y se preguntaban hasta dónde habría podido llegar Floride en su fuga a través de los campos. Por lo demás parecía ser la noche de las grandes decisiones: tendido en su cucheta del 404, al ingeniero le pareció oír un quejido, pero pensó que el soldado y su mujer serían responsables de algo que, después de todo, resultaba comprensible en plena noche y en esas circunstancias. Después lo pensó mejor y levantó la lona que cubría la ventanilla trasera; a la luz de unas pocas estrellas vio a un metro y medio el eterno parabrisas del Caravelle y detrás, como pegada al vidrio y un poco ladeada, la cara convulsa del hombre. Sin hacer ruido salió por el lado izquierdo para no despertar a la monjas, y se acercó al Caravelle. Después buscó a Taunus, y el soldado corrió a prevenir al médico. Desde luego el hombre se había suicidado tomando algún veneno; las líneas a lápiz en la agenda bastaban, y la carta dirigida a una tal Ivette, alguien que lo había abandonado en Vierzon. Por suerte la costumbre de dormir en los autos estaba bien establecida (las noches eran ya tan frías que a nadie se le hubiera ocurrido quedarse fuera) y a pocos les preocupaba que otros anduvieran entre los coches y se deslizaran hacia los bordes de la autopista para aliviarse. Taunus llamó a un consejo de guerra, y el médico estuvo de acuerdo con su propuesta. Dejar el cadáver al borde de la autopista significaba someter a los que venían más atrás a una sorpresa por lo menos penosa: llevarlo más lejos, en pleno campo, podía provocar la violenta repulsa de los lugareños, que la noche anterior habían amenazado y golpeado a un muchacho de otro grupo que buscaba de comer. El campesino del Ariane y el viajante del DKW tenían lo necesario para cerrar herméticamente el portaequipaje del Caravelle. Cuando empezaban su trabajo se les agregó la muchacha del Dauphine, que se colgó temblando del brazo del ingeniero. Él le explicó en voz baja lo que acababa de ocurrir y la devolvió a su auto, ya más tranquila. Taunus y sus hombres habían metido el cuerpo en el portaequipajes, y el viajante trabajó con scotch tape y tubos de cola líquida a la luz de la linterna del soldado. Como la mujer del 203 sabía conducir, Taunus resolvió que su marido se haría cargo del Caravelle que quedaba a la derecha del 203; así, por la mañana, la niña del 203 descubrió que su papá tenía otro auto, y jugó horas y horas a pasar de uno a otro y a instalar parte de sus juguetes en el Caravelle.
Por primera vez el frío se hacía sentir en pleno día, y nadie pensaba en quitarse las chaquetas. La muchacha del Dauphine y las monjas hicieron el inventario de los abrigos disponibles en el grupo. Había unos pocos pulóveres que aparecían por casualidad en los autos o en alguna valija, mantas, alguna gabardina o abrigo ligero. Otra vez volvía a faltar el agua, y Taunus envió a tres de sus hombres, entre ellos el ingeniero, para que trataran de establecer contacto con los lugareños. Sin que pudiera saberse por qué, la resistencia exterior era total; bastaba salir del límite de la autopista para que desde cualquier sitio llovieran piedras. En plena noche alguien tiró una guadaña que golpeó el techo del DKW y cayó al lado del Dauphine. El viajante se puso muy pálido y no se movió de su auto, pero el americano del De Soto (que no formaba parte del grupo de Taunus pero que todos apreciaban por su buen humor y sus risotadas) vino a la carrera y después de revolear la guadaña la devolvió campo afuera con todas sus fuerzas, maldiciendo a gritos. Sin embargo, Taunus no creía que conviniera ahondar la hostilidad; quizás fuese todavía posible hacer una salida en busca de agua.
Ya nadie llevaba la cuenta de lo que se había avanzado ese día o esos días; la muchacha del Dauphine creía que entre ochenta y doscientos metros; el ingeniero era menos optimista pero se divertía en prolongar y complicar los cálculos con su vecina, interesado de a ratos en quitarle la compañía del viajante del DKW que le hacía la corte a su manera profesional. Esa misma tarde el muchacho encargado del Floride corrió a avisar a Taunus que un Ford Mercury ofrecía agua a buen precio. Taunus se negó, pero al anochecer una de las monjas le pidió al ingeniero un sorbo de agua para la anciana del ID que sufría sin quejarse, siempre tomada de la mano de su marido y atendida alternativamente por las monjas y la muchacha del Dauphine. Quedaba medio litro de agua, y las mujeres lo destinaron a la anciana y a la señora del Beaulieu. Esa misma noche Taunus pagó de su bolsillo dos litros de agua; el Ford Mercury prometió conseguir más para el día siguiente, al doble del precio. Era difícil reunirse para discutir, porque hacía tanto frío que nadie abandonaba los autos como no fuera por un motivo imperioso. Las baterías empezaban a descargarse y no se podía hacer funcionar todo el tiempo la calefacción; Taunus decidió que los dos coches mejor equipados se reservarían llegado el caso para los enfermos. Envueltos en mantas (los muchachos del Simca habían arrancado el tapizado de su auto para fabricarse chalecos y gorros, y otros empezaron a imitarlos), cada uno trataba de abrir lo menos posible las portezuelas para conservar el calor. En alguna de esas noches heladas el ingeniero oyó llorar ahogadamente a la muchacha del Dauphine. Sin hacer ruido, abrió poco a poco la portezuela y tanteó en la sombra hasta rozar una mejilla mojada. Casi sin resonancia la chica se dejó atraer al 404; el ingeniero la ayudó a tenderse en la cucheta, la abrigó con la única manta y le echó encima su gabardina. La oscuridad era más densa en el coche ambulancia, con sus ventanillas tapadas por las lomas de la rienda. En algún momento el ingeniero bajó los dos parasoles y colgó de ellos su camisa y un pulóver para aislar completamente el auto. Hacia el amanecer ella le dijo al oído que antes de empezar a llorar había creído ver a lo lejos, sobre la derecha, las luces de una ciudad.
Quizá fuera una ciudad pero las nieblas de la mañana no dejaban ver ni a veinte metros. Curiosamente ese día la columna avanzó bastante más, quizás doscientos o trescientos metros. Coincidió con nuevos anuncios de la radio (que casi nadie escuchaba, salvo Taunus que se sentía obligado a mantenerse al corriente); los locutores hablaban enfáticamente de medidas de excepción que liberarían la autopista, y se hacían referencias al agotador trabajo de las cuadrillas camineras y de las fuerzas policiales. Bruscamente, una de las monjas deliró. Mientras su compañera la contemplaba aterrada y la muchacha del Dauphine le humedecía las sienes con un resto de perfume, la monja hablo de Armagedón, del noveno día, de la cadena de cinabrio. El médico vino mucho después, abriéndose paso entre la nieve que caía desde el mediodía y amurallaba poco a poco los autos. Deploró la carencia de una inyección calmante y aconsejó que llevaran a la monja a un auto con buena calefacción. Taunus la instaló en su coche, y el niño pasó al Caravelle donde también estaba su amiguita del 203; jugaban con sus autos y se divertían mucho porque eran los únicos que no pasaban hambre. Todo ese día y los siguientes nevó casi de continuo, y cuando la columna avanzaba unos metros había que despejar con medios improvisados las masas de nieve amontonadas entre los autos.
A nadie se le hubiera ocurrido asombrarse por la forma en que se obtenían las provisiones y el agua. Lo único que podía hacer Taunus era administrar los fondos comunes y tratar de sacar el mejor partido posible de algunos trueques. El Ford Mercury y un Porsche venían cada noche a traficar con las vituallas; Taunus y el ingeniero se encargaban de distribuirlas de acuerdo con el estado físico de cada uno. Increíblemente la anciana del ID sobrevivía, perdida en un sopor que las mujeres se cuidaban de disipar. La señora del Beaulieu que unos días antes había sufrido de náuseas y vahídos, se había repuesto con el frío y era de las que más ayudaba a la monja a cuidar a su compañera, siempre débil y un poco extraviada. La mujer del soldado y del 203 se encargaban de los dos niños; el viajante del DKW, quizá para consolarse de que la ocupante del Dauphine hubiera preferido al ingeniero, pasaba horas contándoles cuentos a los niños. En la noche los grupos ingresaban en otra vida sigilosa y privada; las portezuelas se abrían silenciosamente para dejar entrar o salir alguna silueta aterida; nadie miraba a los demás, los ojos tan ciegos como la sombra misma. Bajo mantas sucias, con manos de uñas crecidas, oliendo a encierro y a ropa sin cambiar, algo de felicidad duraba aquí y allá. La muchacha del Dauphine no se había equivocado: a lo lejos brillaba una ciudad, y poco y a poco se irían acercando. Por las tardes el chico del Simca se trepaba al techo de su coche, vigía incorregible envuelto en pedazos de tapizado y estopa verde. Cansado de explorar el horizonte inútil, miraba por milésima vez los autos que lo rodeaban; con alguna envidia descubría a Dauphine en el auto del 404, una mano acariciando un cuello, el final de un beso. Por pura broma, ahora que había reconquistado la amistad del 404, les gritaba que la columna iba a moverse; entonces Dauphine tenía que abandonar al 404 y entrar en su auto, pero al rato volvía a pasarse en buscar de calor, y al muchacho del Simca le hubiera gustado tanto poder traer a su coche a alguna chica de otro grupo, pero no era ni para pensarlo con ese frío y esa hambre, sin contar que el grupo de más adelante estaba en franco tren de hostilidad con el de Taunus por una historia de un tubo de leche condensada, y salvo las transacciones oficiales con Ford Mercury y con Porsche no había relación posible con los otros grupos. Entonces el muchacho del Simca suspiraba descontento y volvía a hacer de vigía hasta que la nieve y el frío lo obligaban a meterse tiritando en su auto.
Pero el frío empezó a ceder, y después de un período de lluvias y vientos que enervaron los ánimos y aumentaron las dificultades de aprovisionamiento, siguieron días frescos y soleados en que ya era posible salir de los autos, visitarse, reanudar relaciones con los grupos de vecinos. Los jefes habían discutido la situación, y finalmente se logró hacer la paz con el grupo de más adelante. De la brusca desaparición del Ford Mercury se habló mucho tiempo sin que nadie supiera lo que había podido ocurrirle, pero Porsche siguió viniendo y controlando el mercado negro. Nunca faltaban del todo el agua o las conservas, aunque los fondos del grupo disminuían y Taunus y el ingeniero se preguntaban qué ocurriría el día en que no hubiera más dinero para Porsche. Se habló de un golpe de mano, de hacerlo prisionero y exigirle que revelara la fuente de los suministros, pero en esos días la columna había avanzado un buen trecho y los jefes prefirieron seguir esperando y evitar el riesgo de echarlo todo a perder por una decisión violenta. Al ingeniero, que había acabado por ceder a una indiferencia casi agradable, lo sobresaltó por un momento el tímido anuncio de la muchacha del Dauphine, pero después comprendió que no se podía hacer nada para evitarlo y la idea de tener un hijo de ella acabó por parecerle tan natural como el reparto nocturno de las provisiones o los viajes furtivos hasta el borde de la autopista. Tampoco la muerte de la anciana del ID podía sorprender a nadie. Hubo que trabajar otra vez en plena noche, acompañar y consolar al marido que no se resignaba a entender. Entre dos de los grupos de vanguardia estalló una pelea y Taunus tuvo que oficiar de árbitro y resolver precariamente la diferencia. Todo sucedía en cualquier momento, sin horarios previsibles; lo más importante empezó cuando ya nadie lo esperaba, y al menos responsable le tocó darse cuenta el primero. Trepado en el techo del Simca, el alegre vigía tuvo la impresión de que el horizonte había cambiado (era el atardecer, un sol amarillento deslizaba su luz rasante y mezquina) y que algo inconcebible estaba ocurriendo a quinientos metros, a trescientos, a doscientos cincuenta. Se lo gritó al 404 y el 404 le dijo algo Dauphine que se pasó rápidamente a su auto cuando ya Taunus, el soldado y el campesino venían corriendo y desde el techo del Simca el muchacho señalaba hacia adelante y repetía interminablemente el anuncio como si quisiera convencerse de que lo que estaba viendo era verdad; entonces oyeron la conmoción, algo como un pesado pero incontenible movimiento migratorio que despertaba de un interminable sopor y ensayaba sus fuerzas. Taunus les ordenó a gritos que volvieran a sus coches; el Beaulieu, el ID, el Fiat 600 y el De Soto arrancaron con un mismo impulso. Ahora el 2HP, el Taunus, el Simca y el Ariane empezaban a moverse, y el muchacho del Simca, orgulloso de algo que era como su triunfo, se volvía hacia el 404 y agitaba el brazo mientras el 404, el Dauphine, el 2HP de las monjas y el DKW se ponían a su vez en marcha. Pero todo estaba en saber cuánto iba a durar eso; el 404 se lo preguntó casi por rutina mientras se mantenía a la par de Dauphine y le sonreía para darle ánimo. Detrás, el Volkswagen, el Caravelle, el 203 y el Floride arrancaban, a su vez lentamente, un trecho en primera velocidad, después la segunda, interminablemente la segunda pero ya sin desembragar como tantas veces, con el pie firme en el acelerador, esperando poder pasar a tercera. Estirando el brazo izquierdo el 404 buscó la mano de Dauphine, rozó apenas la punta de sus dedos, vio en su cara una sonrisa de incrédula esperanza y pensó que iban a llegar a París y que se bañarían, que irían juntos a cualquier lado, a su casa o a la de ella a bañarse, a comer, a bañarse interminablemente y a comer y beber, y que después habría muebles, habría un dormitorio con muebles y un cuarto de baño con espuma de jabón para afeitarse de verdad, y retretes, comida y retretes y sábanas, París era un retrete y dos sábanas y el agua caliente por el pecho y las piernas, y una tijera de uñas, y vino blanco, beberían vino blanco antes de besarse y sentirse oler a lavanda y a colonia, antes de conocerse de verdad a plena luz, entre sábanas limpias, y volver a bañarse por juego, amarse y bañarse y beber y entrar en la peluquería, entrar en el baño, acariciar las sábanas y acariciarse entre las sábanas y amarse entre la espuma y la lavanda y los cepillos antes de empezar a pensar en lo que iban a hacer, en el hijo y los problemas y el futuro, y todo eso siempre que no se detuvieran, que la columna continuara aunque todavía no se pudiese subir a la tercera velocidad, seguir así en segunda, pero seguir. Con los paragolpes rozando el Simca, el 404 se echó atrás en el asiento, sintió aumentar la velocidad, sintió que podía acelerar sin peligro de irse contra el Simca, y que el Simca aceleraba sin peligro de chocar contra el Beaulieu, y que detrás venía el Caravelle y que todos aceleraban más y más, y que ya se podía pasar a tercera sin que el motor penara, y la palanca calzó increíblemente en la tercera y la marcha se hizo suave y se aceleró todavía más, y el 404 miró enternecido y deslumbrado a su izquierda buscando los ojos de Dauphine. Era natural que con tanta aceleración las filas ya no se mantuvieran paralelas. Dauphine se había adelantado casi un metro y el 404 le veía la nuca y apenas el perfil, justamente cuando ella se volvía para mirarlo y hacía un gesto de sorpresa al ver que el 404 se retrasaba todavía más. Tranquilizándola con una sonrisa el 404 aceleró bruscamente, pero casi en seguida tuvo que frenar porque estaba a punto de rozar el Simca; le tocó secamente la bocina y el muchacho del Simca lo miró por el retrovisor y le hizo un gesto de impotencia, mostrándole con la mano izquierda el Beaulieu pegado a su auto. El Dauphine iba tres metros más adelante, a la altura del Simca, y la niña del 203, al nivel del 404, agitaba los brazos y le mostraba su muñeca. Una mancha roja a la derecha desconcertó al 404; en vez del 2HP de las monjas o del Volkswagen del soldado vio un Crevrolet desconocido, y casi en seguida el Chevrolet se adelantó seguido por un Lancia y por un Renault 8. A su izquierda se le apareaba un ID que empezaba a sacarle ventaja metro a metro, pero antes de que fuera sustituido por un 403, el 404 alcanzó a distinguir todavía en la delantera el 203 que ocultaba ya a Dauphine. El grupo se dislocaba, ya no existía. Taunus debía de estar a más de veinte metros adelante, seguido de Dauphine; al mismo tiempo la tercera fila de la izquierda se atrasaba porque en vez del DKW del viajante, el 404 alcanzaba a ver la parte trasera de un viejo furgón negro, quizá un Citroën o un Peugeot. Los autos corrían en tercera, adelantándose o perdiendo terreno según el ritmo de su fila, y a los lados de la autopista se veían huir los árboles, algunas casas entre las masas de niebla y el anochecer. Después fueron las luces rojas que todos encendían siguiendo el ejemplo de los que iban adelante, la noche que se cerraba bruscamente. De cuando en cuando sonaban bocinas, las agujas de los velocímetros subían cada vez más, algunas filas corrían a setenta kilómetros, otras a sesenta y cinco, algunas a sesenta. El 404 había esperado todavía que el avance y el retroceso de las filas le permitiera alcanzar otra vez a Dauphine, pero cada minuto lo iba convenciendo de que era inútil, que el grupo se había disuelto irrevocablemente, que ya no volverían a repetirse los encuentros rutinarios, los mínimos rituales, los consejos de guerra en el auto de Taunus, las caricias de Dauphine en la paz de la madrugada, las risas de los niños jugando con sus autos, la imagen de la monja pasando las cuentas del rosario. Cuando se encendieron las luces de los frenos del Simca, el 404 redujo la marcha con un absurdo sentimiento de esperanza, y apenas puesto el freno de mano saltó del auto y corrió hacia adelante. Fuera del Simca y el Beaulieu (más atrás estaría el Caravelle, pero poco le importaba) no reconoció ningún auto; a través de cristales diferentes lo miraban con sorpresa y quizá escándalo otros rostros que no había visto nunca. Sonaban las bocinas, y el 404 tuvo que volver a su auto; el chico del Simca le hizo un gesto amistoso, como si comprendiera, y señaló alentadoramente en dirección de París. La columna volvía a ponerse en marcha, lentamente durante unos minutos y luego como si la autopista estuviera definitivamente libre. A la izquierda del 404 corría un Taunus, y por un segundo al 404 le pareció que el grupo se recomponía, que todo entraba en el orden, que se podría seguir adelante sin destruir nada. Pero era un Taunus verde, y en el volante había una mujer con anteojos ahumados que miraba fijamente hacia adelante. No se podía hacer otra cosa que abandonarse a la marcha, adaptarse mecánicamente a la velocidad de los autos que lo rodeaban, no pensar. En el Volkswagen del soldado debía de estar su chaqueta de cuero. Taunus tenía la novela que él había leído en los primeros días. Un frasco de lavanda casi vacío en el 2HP de las monjas. Y él tenía ahí, tocándolo a veces con la mano derecha, el osito de felpa que Dauphine le había regalado como mascota. Absurdamente se aferró a la idea de que a las nueve y media se distribuirían los alimentos, habría que visitar a los enfermos, examinar la situación con Taunus y el campesino del Ariane; después sería la noche, sería Dauphine subiendo sigilosamente a su auto, las estrellas o las nubes, la vida. Sí, tenía que ser así, no era posible que eso hubiera terminado para siempre. Tal vez el soldado consiguiera una ración de agua, que había escaseado en las últimas horas; de todos modos se podía contar con Porsche, siempre que se le pagara el precio que pedía. Y en la antena de la radio flotaba locamente la bandera con la cruz roja, y se corría a ochenta kilómetros por hora hacia las luces que crecían poco a poco, sin que ya se supiera bien por qué tanto apuro, por qué esa carrera en la noche entre autos desconocidos donde nadie sabía nada de los otros, donde todo el mundo miraba fijamente hacia adelante, exclusivamente hacia adelante.