Máximo representante del cine de misterio y de intriga, Hitchcock también ha pasado a la historia del cine debido a sus aportes en el desarrollo del lenguaje cinematográfico moderno. Con un dominio excepcional de las técnicas cinematográficas, produjo películas que mantienen al espectador en un constante estado de tensión hasta el final de la proyección. Su huella habría de percibirse en numerosas imitaciones y en la obra de realizadores tan distintos como el francés François Truffaut o los estadounidenses Brian de Palma y David Lynch.
También era conocido por los constantes cameos (apariciones fugaces que no incidían sobre la trama) que realizaba en sus películas. De los 52 filmes que realizó, 37 contienen un cameo de Hitchcock. El primero de ellos fue en su película El inquilino (1934) y el último fue en su película Trama macabra (1976), en la que aparece su inconfundible sombra de perfil.
También era conocido por los constantes cameos (apariciones fugaces que no incidían sobre la trama) que realizaba en sus películas. De los 52 filmes que realizó, 37 contienen un cameo de Hitchcock. El primero de ellos fue en su película El inquilino (1934) y el último fue en su película Trama macabra (1976), en la que aparece su inconfundible sombra de perfil.
Ya en sus primeras cintas realizadas en su Inglaterra natal, Hitchcock se distinguió por su interés en extraer la máxima expresividad del lenguaje cinematográfico, tanto a nivel visual como sonoro. En 1926, una película muda como The lodger (estrenada en el ámbito hispanoparlante como El inquilino) anunciaba sus méritos más sobresalientes. Él mismo manifestó repetidamente que las películas mudas eran la forma más pura de cine y que éste fue su primer filme personal. Está narrado desde el punto de vista de una mujer que alquila una habitación amueblada a un misterioso personaje, de quien sospecha que sea el sórdido "Vengador", una suerte de Jack el Destripador a quien se le imputan horrorosos crímenes perpetrados siempre contra jóvenes rubias.
En este clima amenazante, numerosos indicios falsos acusan al inquilino, y la trama, progresivamente más dramática, alcanza su clímax en un intento de linchamiento del inocente. El tema es, pues, el de otras de sus películas: el hombre acusado injustamente de un crimen que no ha cometido, lo que produce una mayor sensación de peligro en los espectadores que si éste fuera culpable y permite una identificación con el protagonista. Es el caso de Inocencia y juventud (1937), Sospecha (1941), Falso culpable (1957) o Frenesí (1972), aunque no el de La sombra de una duda (1953), donde Charlie Oakley (Joseph Cotten), el encantador tío de la candorosa Charlie Newton (Teresa Wright), es efectivamente un despiadado asesino de viudas ricas, de quien su sobrina comienza al sospechar, por lo que él tomará la difícil decisión de librarse de su familiar favorito.
En 1929 dirigió su primera película sonora, Blackmail (La muchacha de Londres), donde incluyó una célebre persecución por el Museo Británico.
En Murder, película de 1930 con guión de su esposa, se utilizó por primera vez la voz en off como monólogo interior de un personaje. En la película, una muchacha es hallada culpable de haber asesinado a una de sus amigas, pero uno de los miembros del jurado, sir John (Herbert Marhsall), cree en su inocencia. Se trata de una típica película con enigma, lo que los ingleses llaman un "whodunit" (¿quién lo hizo?), fríos rompecabezas a lo Agatha Christie basados siempre en quién es el asesino, que a Hitchcock nunca le interesaron porque pensaba que carecían de emoción.
En 1934 filmaría uno de sus títulos más conocidos: El hombre que sabía demasiado. Este filme sería retomado por el mismo Hitchcock en un remake durante su etapa estadounidense en 1956. El éxito del filme de 1934 y de su siguiente proyecto, Los 39 escalones (1935), le abrieron las puertas de Hollywood. El 22 de agosto de 1937, el director visitó Nueva York con el objetivo de entrevistarse con David O. Selznick, productor de Lo que el viento se llevó, quien lo contrató al año siguiente.
En 1934 filmaría uno de sus títulos más conocidos: El hombre que sabía demasiado. Este filme sería retomado por el mismo Hitchcock en un remake durante su etapa estadounidense en 1956. El éxito del filme de 1934 y de su siguiente proyecto, Los 39 escalones (1935), le abrieron las puertas de Hollywood. El 22 de agosto de 1937, el director visitó Nueva York con el objetivo de entrevistarse con David O. Selznick, productor de Lo que el viento se llevó, quien lo contrató al año siguiente.
Cuando llegó a Estados Unidos, el director era ya una garantía de entretenimiento. Su primera película estadounidense fue Rebeca (1940), una historia en donde Joan Fontaine encarna a la segunda esposa de lord Winter (Laurence Olivier), un hombre misterioso cuya primera mujer, de nombre Rebeca murió en circunstancias oscuras. En el filme, Fontaine vestía una característica chaqueta de punto que desde entonces se denominó rebeca. La cinta fue todo un éxito, no sólo en taquilla, sino también entre la crítica, ganando el premio Oscar a la mejor película.
La actitud beligerante de Hitchcock frente a las atrocidades de los nazis, fue notoria en Náufragos (1943), película que constituyó todo un reto, ya que se desarrollaba íntegramente en un ambiente claustrofóbico y en un espacio rigurosamente acotado que recreaba una suerte de microcosmos de la guerra: un bote salvavidas donde ocho personajes, uno de ellos el capitán del submarino alemán agresor, luchan angustiosamente para sobrevivir al naufragio. Hitchcock llevó a cabo su habitual aparición fugaz en la pantalla a través de la fotografía de un periódico que, por un milagroso azar, se cuenta entre los escasos objetos salvados de la catástrofe.
Posteriormente, Hitchcock fundó su propia productora junto a Sidney Bernstein, e inmediatamente intentó con precocidad anticipatoria lo que luego se conocería como el estilo clásico de rodaje en televisión: T.M.T. (Ten Minutes Take). El T.M.T. consiste en agotar los trescientos metros de la bobina de una cámara (unos diez minutos de duración) en una sola toma, lo que exige un rodaje férreamente programado y un estilo caracterizado por el plano-secuencia. Esta innovación técnica había sido prevista para abaratar costos y obtener el máximo rendimiento industrial, pero con este método produjo una singularísima aunque muy discutida obra maestra, La soga, narrada en tiempo real y concebida técnicamente (porque lo cierto es que se recurrieron a trucos para cambiar las bobinas) como un solo plano-secuencia (una escena sin cortes) de ochenta minutos.
La soga no es sólo una gran proeza técnica, sino que además resume la idea de suspenso propuesta por Hitchcock: dos jóvenes asesinan a un compañero y meten su cuerpo a un baúl, el cual es trasladado al centro de la sala y arreglado como si fuera una mesa. Después, celebran una fiesta en ese lugar, pues creen haber cometido el crimen perfecto y se jactan de ello. El suspenso crece, pues el espectador conoce algo que los invitados a la fiesta ignoran, pero no puede hacérselos saber.
Durante los años cincuenta Hitchcock realizó algunas de sus películas más célebres: Pacto siniestro (1951), basado en una novela de Patricia Highsmith y con guión de Raymond Chandler. En el filme, se lleva a cabo un pacto entre extraños para intercambiar dos asesinatos con el objetivo de que los crímenes resulten impunes (este filme luego sería parodiado por Danny de Vito en Tira a mamá del tren); Mi pecado me condena (1952), que describe el drama de conciencia del padre Michel Logan, espléndidamente interpretado por Montgomery Clift; La ventana indiscreta (1954), estupenda reflexión acerca del espectador cinematográfico y el vouyerismo; Para atrapar al ladrón (1955), último filme con su actriz preferida, Grace Kelly; El tercer tiro (1956), extraña comedia con cadáver donde se dio a conocer Shirley MacLaine.
Pero la máxima representación del talento estético y poético de Hitchcock se aprecia en Vértigo (1958), probablemente su mejor película. Una historia de amor y muerte, con abundante suspenso.
Con Psicosis (1961), Hitchcock construyó una de las experiencias cinematográficas más impresionantes de la historia: la escena de la ducha es un prodigio en cuanto a lo que sugiere mas no muestra. La muerte del personaje interpretado por Janet Leigh fue una proeza técnica para su época: se rodó entre el 17 de diciembre y el 23 de diciembre de 1959; son sólo 45 segundos, pero Hitchcock necesitó 70 planos y más de 90 empalmes para montarla.
Otro éxito rotundo fue Los pájaros (1963), estremecedor relato en donde las aves atacan a los humanos. Numerosas son las escenas que quedan en la memoria tras ver este filme, destacando la del ataque en la cabina telefónica.
Después de estas dos películas, Hitchcock no volvería a probar las mieles del éxito con sus siguientes proyectos, aun cuando varios de ellos (en especial Frenesí) conservaban la calidad del director: Marnue (1964), Cortina rasgada (1966), Topaz (1969) y la ya antes mencionada Frenesí (1972). En 1976, Hitchcock estrenaría su último filme Trama macabra.
En 1955, el cineasta se convirtió en anfitrión y ocasional director de una antología de historias de misterio y suspenso para CBS, titulado Alfred Hitchcock presenta. Al inicio de cada episodio la silueta del maestro del suspenso era vista superponiéndose sobre su famoso contorno, al mismo tiempo que sonaban los compases de la "Marcha Fúnebre para una Marioneta" de Gounod. Luego se daba paso a una introducción en la que Hitchcock presentaba el episodio del día, con un parlamento siempre irónico sobre el crimen o sobre alguna cuestión truculenta, y eventualmente realizando apreciaciones irónicas sobre la inevitable tanda comercial que seguía, luego de la cual, la historia comenzaba. Al final de cada historia, Hitchcock regresaba para brindar una reflexión sarcástica sobre el final, o algunas veces para asegurar que el asesino ha sido aprehendido.
En 1979, la reina Isabel II le concedió el título de sir (a pesar de que el director se había nacionalizado estadounidense). Un año después, Hitchcock falleció en su casa de Los Ángeles.
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