Los Fisher son una familia como todas, con sus problemas y secretos. Uno de sus mayores desafíos es lidiar con la muerte... de extraños, pues manejan una funeraria en la ciudad de Los Ángeles. Hablo, por supuesto, de Six feet under, uno de las programas más extraordinarios de los últimos tiempos.
La idea de la serie es simple: mostrarnos cómo es el día a día de una familia que dirige este tipo de negocio y cómo los demás manejan el fallecimiento de alguien. En cada capítulo hay por lo menos una defunción que sirve como detonante para la trama del episodio; las acciones de la serie acostumbran llevar a los televidentes a observar cómo se hace la reconstrucción de un cadáver, cómo enfrentan los deudos la defunción de un ser amado (u odiado), además de todos los aspectos mundanos que rodean a la ceremonia luctuosa. En cada episodio, asimismo, los Fisher parecen aprender algo nuevo a través del dolor de los otros.
Las muertes que vemos en el show son variadas y muchas veces resultan irónicas, incluso crueles: tenemos a la mujer que para celebrar su "nueva vida" tras su divorcio, decide salir con sus amigas en limosina y, al asomar la cabeza por el techo del vehículo para gritar su felicidad, su rostro es arrancado por un letrero; también esta la adolescente que tras hacer una broma telefónica, ríe tanto que se cae de la cama y se rompe el cuello; también se encuentra la fanática religiosa que al ver a varias muñecas inflables flotando, cree que se trata del fin del mundo (pues las confunde con ángeles) y corre tras ellas, hasta que es atropellada.
Pero también hay muertes tristes y más comunes: el bebé que muere en su cuna; el enfermo que, tras una larga agonía, al fin perece; el anciano al que le llega su hora...
Este estudio de la muerte resulta atípico en la televisión estadounidense; de hecho, Six feet under es considerada como un parteaguas. ¿Por qué? Porque los americanos no acostumbran hablar de la muerte si no es a través de la trivialización de la misma (las decenas o hasta cientos de asesinatos que ocurren en las películas gore); la muerte les resulta una temática incómoda, es un asunto tabú. Por eso, al aparecer una serie en donde el tema principal era ella, vista a través de una perspectiva realista, tragicómica, este programa se convirtió en un clásico instantáneo.
Sin embargo, esto no es suficiente para explicar el éxito del show. Y es que gran parte del atractivo de la serie eran los Fisher, una familia dañada (y con la que resulta fácil identificarse): Nate Fisher, el hijo mayor, es un hombre de más de treinta años que años atrás huyó de su casa para no verse obligado a formar parte del negocio familiar; desde entonces ha tenido trabajos y relaciones insignificantes, convirtiéndose en un trotamundos. Pero, tras la muerte de su padre (acaecida en el episodio piloto), tendrá que quedarse en la ciudad para ayudar a su hermano con el negocio.
David Fisher (interpretado por el estupendo Michael C. Hall, quien años después encarnará al asesino de asesinos, Dexter Morgan) es el hermano que tuvo que hacerse cargo mientras Nate vivía fuera de la ciudad. Con la partida de su hermano, él se sintió en la obligación de apoyar a su padre con la funeraria. Es gay y se siente avergonzado por ello, por lo que oculta su preferencia sexual a su familia. Con la muerte de su padre y la llegada de su hermano, poco a poco comenzará a aceptarse a sí mismo.
Claire es la menor de los hijos, todavía una estudiante de Instituto. Ella se siente perdida, a pesar de sus dotes artísticas y cometerá muchas tonterías.
Finalmente, se encuentra la madre de los Fisher, Ruth, quien sostenía un romance con otro hombre antes de que su esposo muriera y que tomará importantes decisiones.
Personajes extraordinarios, llenos de defectos, entrañables; en una sola palabra: humanos. Los Fisher constituyen una de las familias de la televisión mejor logradas. Durante cinco temporadas (2001-2005) vivieron experiencias agridulces, unas veces se aproximaron al melodrama; otras a la comedia, en especial con su humor negro. Pero siempre encontraron el balance entre una y otra para poder representar a la vida... y la muerte.
Descanse en paz, Six feet under.
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