Estamos en plena guerra y un avión que transportaba a unos treinta muchachos de distintas escuelas ha sido derribado. No queda vivo adulto alguno y los chicos tendrán que ingeniárselas para aprender a sobrevivir en una isla desierta mientras esperan a ser rescatados. Al principio todo marcha bien: se organizan, imponen reglas, distribuyen tareas... pero no tarda en aparecer la violencia y estos aparentemente inocentes chicos resolverán sus crecientes conflictos de forma terrible.
Este es el argumento de El señor de las moscas, del escritor inglés William Golding (Premio Nobel 1983). La novela es una fuerte crítica a la sociedad occidental donde la inteligencia y el sentido común se ven opacados por el atractivo de la caza y el salvajismo: Ralph es elegido jefe de los supervivientes y se establecen prioridades: una fogata que pueda ser observada desde lejos para que los adultos puedan encontrarlos; sin embargo, conforme avanzan los días, es Jack quien seduce a los otros niños con la promesa de la carne de jabalí.
Pronto, esa microsociedad que buscaba emular a la organización adulta se ve alterada por un salvajismo imposible de frenar que no respeta ninguna autoridad y sólo busca imponer su visión de las cosas como única. Y la única forma de imponerlo es a la fuerza. Tal vez los niños no lo sepan, pero en esto también su comunidad imita al mundo adulto: es la ley del más fuerte y no de la razón.
También resulta interesante observar la forma en que los personajes involucionan: conforme sus ropas se van volviendo jirones y sus melenas crecen de forma desaliñada sus rasgos de seres inteligentes y organizados en sociedad van mermando (el mismo Ralph va perdiendo la capacidad de enfocarse en su discurso y olvida lo que pretende comunicar) y se vuelve a un estado primigenio: el de los seres humanos que viven para la caza y que temen y veneran a ciertos ídolos. Jack y sus cazadores ocultan su rostro tras el lodo y esas "máscaras" les permiten hacer lo que quieran, viviendo libres de las ataduras de la sociedad y sometidos únicamente a sus instintos asesinos. Asimismo, el miedo a una bestia imaginaria va extendiéndose hasta el punto de que los cazadores comienzan a rendirle tributo a cambio de su seguridad personal.
Una novela escalofriante que saca a la luz los rasgos más negativos del ser humano. Y lo hace a través de niños, lo cual causa un mayor impacto al ver lo que ellos son capaces de hacer.
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