Richard Nixon ha pasado a la anales de la infamia como el primer (y hasta ahora único) presidente de los Estados Unidos en renunciar a su cargo. Y no fue para menos: el líder del país más poderoso del mundo estaba involucrado en fraude en la campaña electoral, espionaje, sabotaje y encubrimiento.
Todso comenzó la noche del 17 de junio de 1972, cuando cinco individuos fueron detenidos en el edificio Watergate, mientras intentaban allanar la sede del Comité Demócrata Nacional. A los intrusos se les encontró equipo fotográfico, micrófonos y otros mecanismos para escuchas, por lo que fueron acusados de intento de robo y violación de las leyes federales sobre intervención de las comunicaciones.
El hecho en sí no hubiera llamado demasiado la atención de no ser porque uno de los hombres arrestados era James McCord, ex-agente de la CIA y director de seguridad del Comité para la Reelección de Nixon. Los nombres de los otros cuatro eran: Bernard L. Barker, Frank A. Sturgis, Eugenio R. Martínez y Virgilio R. González. El 9 de noviembre de 1973 recibieron una condena de entre uno y cuatro años (con excepción de McCord, cuya sentencia oscilaba entre uno y cinco años).
Aún cuando McCord era la cara más conocida de los cinco intrusos, lo cierto es que todos ellos pertenecían a la Operación 40 de la CIA, cuya función principal consistía en derrocar a jefes de Estado contrarios a las políticas de los Estados Unidos.
Además, la investigación policial ligó a los cinco intrusos con Howard Hunt Jr., otro ex-agente y consejero de seguridad de la Casablanca. Su sentencia fue la mayor: de dos y medio a ocho años. No obstante, en ese momento no había prueba alguna que conectara al presidente con los hechos de espionaje, aunque resultara bastante obvio que él hubiera sido el beneficiario directo de la intervención de las comunicaciones.
Tampoco se logró obtener información alguna de los acusados, pues ya habían sido sobornados con el fondo secreto que manejaba Nixon para pagar a los agentes de la Operación 40. El único que no siguió la línea establecida fue McCord, quien le reveló al juez John J. Sirica, mediante una carta, que estaba siendo presionado políticamente para declararse culpable.
Sin embargo, el asunto se fue "enfriando" hasta que dos reporteros del Washington Post, Carl Bernstein y Bob Woodward, comenzaron una investigación que es considerada hasta el día de hoy como una clase de labor periodística. Hicieron cientos de entrevistas, fueron tras varios indicios, conectaron los hechos y finalmente, contactaron a "Garganta profunda" (deep throat), un informante cuya identidad permanecería en secreto durante más de treinta años (en 2004 se reveló que fue Mark Felt, director adjunto del FBI, quien condujo a los periodistas hacia la verdad). Tiempo después, los reporteros del Washington Post ganaron el premio pulitzer por su libro Todos los hombres del presidente, el cual fue adaptado en 1976 para la versión fílmica del mismo nombre, dirigida por Alan J. Pakula e interpretada por los actores Robert Redford y Dustin Hoffman.
Bernstein y Woodward revelaron la conspiración que se gestó desde la Casablanca y su labor periodística obligó al sistema de justicia norteamericano a tomar cartas en el asunto. En febrero de 1973, se creó una Comisión de Investigación Senatorial. En marzo de ese mismo año, Nixon recurrió a la doctrina del "Privilegio del Ejecutivo" para justificar las negativas de sus colaboradores a presentarse ante la Comisión.
Para abril, la imagen de Nixon ante la opinión pública se había desmoronado, por lo que empezaron las dimisiones de sus colaboradores más cercanos.
El 17 de mayo dieron inicio las comparecencias de testigos, funcionarios y ex funcionarios. Una de ellas, la de Alexander P. Butterfield, quien reveló la existencia de cintas magnetofónicas que habían grabado la mayoría de las conversaciones que se sostuvieron en la oficina presidencial desde 1971. El Comité y el fiscal especial solicitaron las cintas; Nixon se negó a entregarlas. Después de una ardua batalla legal, se llegó al acuerdo de que las cintas serían escuchadas por el fiscal especial y un representante de la Casablanca, para determinar cuáles partes debían ser reveladas ante un jurado acusador, pues contenían secretos de seguridad nacional. Sin embargo, Nixon no sólo no cumplió el acuerdo, sino que además destituyó al fiscal especial.
La victoria del presidente sería efímera, pues el Congreso lo amenazó con el impeachment (proceso de incapacitación para ejercer la Presidencia ) si no entregaba las cintas. Finalmente, lo hizo. El resultado: siete ex colaboradores de Nixon resultaron sentenciados por conspiración, obstrucción de la justicia y perjurio. Nixon no se presentó a declarar poniendo como pretexto su tratamiento por flebitis en la pierna izquierda.
Al ver que la incapacitación era inminente, Nixon admitió su participación en los hechos por encubrimiento y renunció a la presidencia el 8 de agosto de 1974. Al día siguiente, el vicepresidente Gerald Ford asumió el cargo. su primera acción oficial fue otorgarle al presidente saliente un indulto, frenando todo procedimiento contra Nixon.
El ex presidente Richard Nixon jamás pisó la cárcel, pero su carrera política se desmoronó. En 1977 ofreció una serie de entrevistas al periodista David Frost, con la esperanza de recuperar la simpatía de la gente; pero en la última terminó aceptando su participación en la conspiración (este hecho fue recientemente adaptado al cine por el cineasta Ron Howard en su película Frost/Nixon). Murió el 22 de abril de 1994 y su mayor legado consiste en el sufijo -gate (clara referencia al Watergate) que se utiliza cada vez que un político se ve envuelto en un escándalo.
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