miércoles, 8 de diciembre de 2010

DE CIUDADES MESOAMERICANAS: TULA


Esta ciudad fue erigida como capital de la cultura tolteca; sus ruinas se localizan al sur del Estado de Hidalgo. Floreció  entre los años 900 y 1200 d. C., y fue sinónimo de creación y habilidad artísticas, pues este pueblo destacó por su dedicación a la cultura y las artes.
Cuenta una leyenda que el rey-sacerdote Quetzalcóatl fundó la ciudad de Tula después de vengar el asesinato de su padre, y comenzó así un gran periodo de esplendor para los toltecas, ya que de la mano de su gobernante aprendieron artes e importantes doctrinas religiosas y realizaron grandes construcciones como los atlantes, símbolo que identifica la zona arqueológica.
Cuando Tula vivió su máximo esplendor tenía una extensión aproximada de 16 Km. cuadrados con una población de 80,000 habitantes. La influencia de Tula abarcó una extensa zona, pues hacia el Norte se la ha comprobado en Sinaloa, y en el Sur, en Chichén-Itzá.
Tula fue destruida en 1156 por invasores chichimecas; sus antiguos pobladores la abandonaron y huyeron hacia Yucatán.
El esplendor de la antigua ciudad quedó representado por los vestigios que, hoy en día, componen la zona arqueológica, como la pirámide B o Edificio de los Atlantes, el Palacio Quemado, el Altar Central, el Coatepantli o Muro de las Serpientes, los Juegos de Pelotas y el Tzompantli. Construcciones que guardan testimonio de la jerarquía que tuvo la ciudad en la época prehispánica.
El volumen de las dos pirámides principales no es muy grande, si se compara, por ejemplo, con el de las pirámides del Sol y de la Luna en Teotihuacan, pero las dimensiones de estas construcciones toltecas eran realzadas por las terrazas y plataformas que conforman el gran complejo arquitectónico.
De ahí que uno de los principales atractivos del lugar sean las esculturas conocidas como los Atlantes de Tula, que miden poco más de cuatro metros de altura, labrados en piedra basáltica, hallados en 1940 por el arqueólogo Jorge Acosta. Los monumentales atlantes custodian la parte superior del Templo de Tlahuizcalpantecutli o Estrella de la Mañana (Pirámide B) desde la cual se aprecia toda la plaza principal del sitio.


En la parte trasera de la Pirámide B se localiza el Coatepantli o Muro de serpientes, estructura que mediante los estudios se ha deducido estuvo dedicada a Quetzalcóatl.
El Coatepantli contiene tres hileras de frisos, de las cuales la central muestra serpientes que devoran individuos semidescarnados, quienes representarían el alma de los guerreros; las otras dos presentan grecas escalonadas, mientras que en su parte superior tiene grabados caracoles cortados transversalmente que de acuerdo con las investigaciones están asociados a Venus.
La estructura es  una muestra de la gran destreza que tenían los toltecas para labrar piedras. Este arte también se aprecia en los frisos que recubren la parte trasera de la Pirámide B (edificio de los atlantes) los cuales representan a diversos animales, como un puma y águilas. Estas estructuras al igual que el Coatepantli marcaban los límites del “espacio sagrado”.
El edificio más importante de la zona es la llamada Pirámide C, localizada en el lado noreste de la plaza, su importancia radica en el hecho de que probablemente era el axis mundi del recinto sagrado y por lo tanto el eje central de construcción de la ciudad.
El Palacio Quemado, se ubica en el conjunto oeste de la Pirámide B (donde se encuentran los Atlantes). Está conformado por varios cuartos y columnas, así como patios hundidos centrales. El atractivo principal de esta estructura son los adosados de muros, vestíbulos, banquetas y altares recubiertos con bajorrelieves que representan procesiones de personajes divinos como Tláloc.

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