Debido a su eficacia, el potro era uno de los instrumentos más utilizados por la Inquisición, en especial en Alemania y Francia. El procedimiento era el siguiente: el condenado era atado de pies y manos a una superficie conectada a un torno. Al girar, el torno tiraba de las extremidades en sentidos diferentes, provocando un gran dolor. El potro normalmente era utilizado contra personas acusadas de herejía.
Esta tortura constaba normalmente de tres grados: en el primero, la víctima sufría la dislocación de los hombros, así como un intenso dolor de los muslos; en el segundo grado, las rodillas, la cadera y los codos comiaban a descoyuntarse, dejando al acusado inválido; finalmente, se decía que en el tercero las extremidades se separaban y la víctima quedaba desmembrada. No obstante, resulta muy difícil que un potro logre este cometido.
Existen varias versiones de este instrumento, siendo la más conocida la del potro en escalera. Una primera versión del potro fue el Eculeus romano, máquina de madera en forma de herradura de caballo donde se colocaba al reo atado de pies y manos. A través de un sistema de sogas y pesas que se contrapesaban, el instrumento dislocaba las articulaciones
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